Obama decepciona de nuevo

El esperado discurso de Obama sobre Oriente Medio ha quedado en agua de borrajas, por lo menos en lo que se refiere a la cuestión palestina. Aparte de su referencia a la necesidad de establecer un Estado palestino sobre las fronteras de 1967 (con los retoques mutuamente pactados), nada nuevo bajo el sol. Muchas referencias a las revoluciones árabes y a la necesidad de respaldarlas, pero poco sobre el proceso de paz israelo-palestino que languidece desde hace años sin que se vislumbre el camino que lleve a la independencia palestina.
President Obama responds to reporters’ questions during a news conference in the East Room of the White House on Friday.
La frase  más relevante fue, sin duda, la siguiente: "Las fronteras de Israel y Palestina deben basarse en las líneas de 1967" con "intercambios acordados mutuamente". Si bien es cierto que el llamamiento al retorno a las fronteras de 1967 es positivo, también lo es que los negociadores palestinos e israelíes habían trabajado con esas premisas desde hace años. Lo mismo puede decirse del intercambio de territorios de manera recíproca (planteado por primera vez por en los Parámetros de Clinton en diciembre de 2000 tras el fracaso de Camp David). Quizás lo más importante sea que Obama, una vez más, ha hecho oídos sordos de las presiones israelíes para que asuma los compromisos que George W. Bush asumiera ante Ariel Sharon: anexión de los principales bloques de asentamientos y unidad de Jerusalén (que no podría ser dividida entre dos Estados).

La decepción viene de que se esperaba mucho más de este discurso. Obama ha dicho que "el statu quo es insostenible" y que las partes deben "actuar". Eso sí: no ha aclarado cómo piensa actuar EEUU. ¿Presionará a Israel de una vez por todas para que interrumpa la colonización y se retire de los territorios ocupados? No parece que esas sean sus prioridades. Es más: Obama ha lanzado un duro mensaje a los palestinos para que no proclamen unilateralmente su independencia en la ONU el próximo mes de septiembre y, como cabía esperar, ha mostrado sus reticencias ante el acuerdo de reconciliación  entre Fatah y Hamas. El mensaje está claro: los palestinos tendrán que seguir esperando indefinidamente a la llegada de un Mandela israelí mientras sus tierras siguen menguando.

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