La transición tunecina, amenazada
Hoy publico en el diario El Correo este artículo sobre la inestabilidad política y la crisis económica en Túnez, justo cuando se celebra el séptimo aniversario de la caída de Ben Ali.
Siete años después del estallido de la Primavera Árabe,
Túnez sufre la mayor ola de movilizaciones tras la caída del presidente Ben
Ali. A pesar del relativo éxito registrado en el proceso de liberalización
política, la economía sigue siendo el verdadero talón de Aquiles de la transición
tunecina. Las cifras no dejan lugar a dudas, ya que la inflación no ha dejado
de crecer en los últimos años (a un ritmo superior al 5 por 100 anual), la
deuda pública se ha disparado hasta el 70 por 100 del PIB (cuando apenas
alcanzaba el 40 por 100 en 2011) y el desempleo oficial afecta al 15 por 100 de
la población (superando entre los jóvenes el 40 por 100). La aprobación de la
nueva Ley de Presupuestos es la gota que ha colmado el vaso, puesto que ha
conllevado un aumento del precio de la gasolina, la telefonía y los productos
de la cesta diaria, asfixiando a las clases más desfavorecidas, precisamente
las primeras en movilizarse en las zonas más deprimidas como la abandonada provincia
de Kasserin, la cuenca minera de Gafsa o los suburbios de la capital.
A diferencia de 2011, las manifestaciones ahora no piden la
caída del gobierno, sino que se retiren los nuevos impuestos y se hagan mayores
esfuerzos para extirpar la corrupción, combatir la pobreza y crear empleo. Debe
tenerse en cuenta que la economía está en un estado anémico, con una tasa de
crecimiento en los últimos siete años del 1,5 por 100, muy lejos de las tasas
en la época de Ben Ali (un 4,5 de media entre 2000 y 2010). A la falta de
inversiones extranjeras por la situación de inseguridad se une la caída del
turismo, que representaba el 10 por 100 del PIB, como consecuencia de los
atentados perpetrados por el autodenominado Estado Islámico contra museos o
resorts, que han ahuyentado a los turistas extranjeros dando el golpe de gracia
a la economía tunecina.
Se da la situación de que Túnez es el país árabe que ha
experimentado mayores avances en el terreno político desde 2011 con un
indiscutible avance de las libertades públicas y con una exitosa transición del
autoritarismo a la democracia. El problema es que estos avances en el terreno
político no han sido acompañados por otros en el ámbito económico, lo que ha
obligado al gobierno a arrojarse a los brazos del Fondo Monetario Internacional
que, a cambio de un préstamo de 2.400 millones de dólares, ha impuesto un
programa de ajuste estructural que implica la reducción del déficit fiscal, el
aumento de los impuestos y la congelación de los salarios del sector público,
un cóctel explosivo que ha acelerado las protestas callejeras.
En todo caso, lo peor podría estar por llegar, sobre todo si
tenemos en cuenta que las movilizaciones, convocadas por la plataforma Fesh Nastanneu (A Qué Esperamos) han sido minoritarias hasta el momento. En el caso
de que la crisis económica se agrave, el coste de la vida se eleve y el
desempleo crezca, la poderosa Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT)
podría movilizar a sus afiliados, lo que colocaría en una delicada situación al
gobierno de Yusuf Chahid, cuyo liderazgo es cuestionado dentro de su propio
partido. Debe tenerse en cuenta que dicho sindicato es el más fuerte de todo el
Magreb y ya jugó un papel decisivo en la revolución tunecina, ya que la huelga general
que convocó precipitó la caída de Ben Ali. También ha desempeñado un rol
positivo en el proceso de transición, al evitar su colapso como resultado de la
polarización entre los sectores islamistas y laicos. Precisamente esta labor
fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz de 2015 al Cuarteto tunecino, en
el que tomaba parte la UGTT.
Por último, cabe referirse al papel central desempeñado por
la juventud en las movilizaciones, ya que es el sector de la sociedad más perjudicado
por la falta de crecimiento y por la ausencia de oportunidades laborales. A
pesar de que la revolución trajo la caída del régimen y la mejora de las
libertades, la juventud todavía sigue esperando empleo y justicia social. No es
de extrañar que muchos jóvenes vean Europa como una tabla de salvación y que
miles de ellos opten por exponer sus vidas en arriesgadas travesías por el
Mediterráneo para tratar de alcanzar la costa europea. Además, debe tenerse en
cuenta que la pobreza también es un excelente caldo de cultivo para los extremismos.
Precisamente las zonas más deprimidas de Túnez se han convertido en un excelente
caladero de yihadistas para las filas del Estado Islámico. En los últimos años,
Túnez se ha convertido en el principal exportador de yihadistas del Magreb, por
delante de países como Argelia o Marruecos, que cuentan con una población mucho
mayor.
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