El proceso de paz sirio-israelí
El Colegio de México acaba de publicar, bajo la dirección del profesor Luis Mesa, el libro Las relaciones exteriores de Siria. En él se incluye mi capítulo dedicado a la evolución de la relación bilateral entre Siria e Israel y titulado "Las negociaciones entre Siria e Israel: del `territorios por paz al
'realineamiento estratégico'".
El texto se centra, esencialmente, en las negociaciones desarrolladas entre 1993 y 2008. A continuación incluyo la presentación:
"La relación entre Siria e Israel ha estado tradicionalmente condicionada por el conflicto
árabe-israelí. Desde 1948, los dos países se han enfrentado en diversas
ocasiones en el terreno de batalla de manera directa (las guerras de
los Seis Días en 1967 y Yom Kippur en 1973) o a través de actores interpuestos (como sucedió
durante la guerra y posguerra libanesa).
Esta enemistad sirio-israelí no sólo obedece a un
enfrentamiento entre dos proyectos irreconciliables, como lo son el arabismo y
el sionismo, sino también a la competencia que ambos actores mantienen por una
misma área de influencia: la Gran Siria / la Tierra de Israel (Cobban, 1991:
15). La Doctrina Asad consideraba al Bilad
al-Sham como una esfera de influencia sobre la cual debían imponerse sus
concepciones regionales (Picard, 1989: 219).
Si bien es cierto que durante la Guerra Fría Siria
supo explotar habilmente la confrontación bipolar en su propio beneficio, tras
la disolución de la URSS Hafez al-Asad optó por una ‘paz estratégica’ que
salvaguardase sus intereses en la región. El proceso de paz sirio-israelí, iniciado
en la Conferencia de Madrid en 1991, abrió las puertas a una solución negociada
del conflicto basada en el principio ‘territorios por paz’.
Siria condiciona la paz a la devolución del Golán y la
retirada israelí a las posiciones previas al estallido de la guerra de los Seis
Días. Dicho territorio sigue teniendo hoy en día un gran valor geoestrátegico,
puesto que domina una vasta llanura que conduce a Damasco (situada a tan sólo 35
kilómetros) y, lo que es más importante, posee una gran riqueza hídrica: el
lago Tiberiades, la cuenca del Jordán y el río Banias suponen un 25% del agua
consumida por Israel. Un obstáculo añadido para la consecución de la paz es la
presencia de 17.000 colonos en los 33 asentamientos erigidos desde 1967.
Tras su llegada al poder en el año 2000, Bashar al-Asad concentró todas
sus energías en afianzar su posición ante las presiones de la administración
norteamericana, que se hicieron especialmente intensas tras la aprobación de la
Ley de Responsabilidad Siria, que exigía a Damasco un realineamiento
estratégico y la ruptura de su alianza con Irán, Hezbollah y Hamas. A pesar de que no constituía una de sus
prioridades, el presidente Bashar aceptó la mediación turca en 2007, probablemente
con la intención de aliviar la intensa presión internacional que sufría.
En las tres décadas de negociaciones sirio-israelíes se pueden apreciar
diferentes altibajos que suelen coincidir básicamente con quién gobierna en
EE.UU. e Israel. El proceso de paz es consecuencia directa de las
presiones de Washington sobre los diferentes gobiernos israelíes, poco o nada
proclives a cambiar ‘territorios por paz’. Pese a que se suele considerar a los
presidentes demócratas norteamericanos más favorables a involucrarse en las
negociaciones, no siempre se respeta este patrón como demuestra claramente los
casos de George H. Bush y de Barack Obama. En lo que respecta a Israel se puede
apreciar que las negociaciones de paz sólo avanzan cuando gobierna el Partido
Laborista (en especial durante los mandatos de Rabin y Barak) y se estancan en
los periodos de gobierno del Likud, cuyos dirigentes son completamente reacios
a cualquier devolución de territorios.
Hoy en día, el proceso de paz ha quedado relegado a un segundo plano. El
Gobierno de Netanyahu se encuentra demasiado ocupado en la colonización
intensiva de Cisjordania y Jerusalén Este para hacer inviable un eventual Estado
palestino con continuidad territorial o, al menos, reducirlo a su más mínima
expresión. Tras el estallido de la Primavera Árabe, que ya ha provocado la
caída de Ben Ali, Mubarak y Gadafi en Túnez, Egipto y Libia, la absoluta
prioridad de Bashar al-Asad es garantizar su propia supervivencia política y poner
fin a la revuelta popular siria iniciada en marzo de 2011".
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