Pandemia y autoritarismo: la tormenta perfecta

El nuevo número de la revista Afkar-Ideas, publicado tras un año de parón motivado por la pandemia, realiza un amplio repaso a los temas de mayor actualidad de la geografía árabe y recoge este artículo de mi autoría: "Pandemia y autoritarismo: la tormenta perfecta".

¿Existe alguna relación entre la propagación de la pandemia de la covid-19 y el retroceso de las libertades registrado durante el año 2020? La respuesta, según la organización Freedom House, es afirmativa, ya que durante 2020 se ha experimentado un deterioro generalizado de la democracia a escala mundial. Como señala su último informe, “la democracia y el pluralismo están bajo ataque. Los dictadores se esfuerzan por eliminar los últimos vestigios de disidencia interna y extender su influencia a nuevos rincones del mundo. La brecha entre avances y retrocesos se amplió en comparación con el año anterior, ya que la población en 64 países experimentó un deterioro de sus derechos políticos y libertades civiles, mientras que en sólo 37 países se registraron avances”. También el Democracy Index 2020 apreció un declive relevante: “La media global en el Índice de Democracia 2020 cayó de 5,44 en 2019 a 5,37 puntos en 2020: es, sin duda, el peor registro desde 2006. El resultado de 2020 significa un deterioro significativo y se debió en gran medida, pero no en exclusiva, a las restricciones impuestas por los gobiernos a las libertades individuales y las libertades civiles en respuesta a la pandemia de la covid-19”.

Este retroceso ha sido mucho más acentuado en la región del Norte de África y Oriente Medio (MENA, en sus siglas en inglés) que ya partía de una situación preocupante. Según el informe Democracy Index 2020: in sickness and in health? elaborado por The Economist Intelligence Unit “tras el África subsahariana, la región MENA registró el segundo mayor retroceso en la puntuación regional en 2020: dicha puntuación ha disminuido cada año desde 2012, cuando los avances que siguieron al levantamiento prodemocrático de la Primavera Árabe en diciembre de 2010 comenzaron a revertirse. Dicha región sufre una concentración de monarquías absolutas, regímenes autoritarios y conflictos militares y es la peor valorada de todas las regiones incluidas en el Democracy Index, con siete países entre los 20 últimos del ranking mundial”.

El Global Index Democracy elaborado por Freedom House pone en evidencia que 2020 no ha sido un buen año para las libertades en la región MENA. Cuando se cumple el décimo aniversario de las movilizaciones prodemocráticas que pusieron fin a las dictaduras de Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto y Saleh en Yemen, podemos afirmar que en los últimos años se ha experimentado una regresión autoritaria en el conjunto de Oriente Medio y el Norte de África. Hoy por hoy, sólo Túnez puede considerarse una democracia defectuosa en la que se da una alternancia pacífica en el gobierno, aunque la delicada situación económica que padece el país amenaza con revertir los avances registrados hasta el momento.

Dos países se sitúan en una escala intermedia como regímenes híbridos: Marruecos y Líbano, mientras que Argelia, Jordania y Kuwait descienden posiciones para engrosar la extensa lista de regímenes autoritarios. Los farolillos rojos vuelven a ser, una vez más, Libia, Siria y Yemen, países donde el autoritarismo se ha acentuado como resultado del conflicto civil en el que se encuentran inmersos. Arabia Saudí se sitúa como duodécimo país del mundo con menos libertades y, según The Economist Intelligence Unit, “sigue siendo un estado autoritario profundamente represivo, que niega casi todas las libertades civiles y derechos políticos y discrimina sistemáticamente a las mujeres y las minorías religiosas”.

El informe de Freedom House relaciona, además, la intensificación del autoritarismo con el agravamiento de los conflictos regionales al considerar que “la ausencia de un liderazgo internacional consistente por parte de las democracias [occidentales] ha alentado a las potencias autoritarias a tomar parte en guerras por delegación devastadoras” poniendo como ejemplo los casos de Libia, Siria y Yemen donde intervienen, en distinta medida, Emiratos, Turquía, Qatar, Arabia Saudí o Irán, así como Rusia y EEUU. El caos resultante en dichos países se ha traducido en una intensificación de las crisis migratorias y un ascenso de los grupos terroristas de carácter yihadista que gozan de implantación en aquellas zonas sin presencia gubernamental.

El Democracy Index 2020 de The Economist, por su parte, advierte de que la región MENA es la que se encuentra en peor situación con siete países árabes entre los 20 peor posicionados a escala mundial y con una clara tendencia a la baja, lo que se debe “principalmente al resultado de la pandemia covid-19, con las posiciones de 19 de 20 países empeorando como resultado de las restricciones introducidas por el coronavirus e impuestas a las libertades civiles”. Asimismo, el mencionado informe constata que “en toda la región hubo un retroceso en cuanto a las libertades civiles como resultado de los confinamientos y las restricciones a las libertades personales, como la libre circulación”.

En algunos países frágiles de Oriente Medio se ha asistido a una segunda ola de movilizaciones prodemocráticas que han logrado derribar regímenes híbridos o autoritarios, como en el caso de Líbano, donde el colapso de las finanzas provocó la caída del gobierno de Saad Hariri en enero de 2020 o en Iraq, donde Ali Abd Al-Mahdi se vio obligado a abandonar el poder un mes más tarde. Se da la circunstancia que ambos países comparten un sistema confesional que ha reforzado el sectarismo y son permeables a las influencias de las potencias regionales y, en particular, Irán, que apoya a las diferentes milicias armadas chiíes que, de una u otra manera, condicionan la actividad política. En ambos casos, la sociedad civil es objeto de persecución y decenas de activistas han sido encarcelados o asesinados en los últimos doce meses.

Como resultado del desapego de la población hacia la clase política y de la propagación de la pandemia, los procesos electorales desarrollados en el curso del pasado año han registrado una escasa participación. En el caso de las elecciones generales jordanas del 10 de noviembre tan sólo tomó parte un 30% del censo electoral, mientras que en los comicios en Egipto, celebrados entre octubre y noviembre, el porcentaje fue incluso menor (un 28% del electorado, según datos oficiales) en un contexto caracterizado por la intensificación de la represión contra los opositores y los actores de la sociedad civil. En las elecciones parlamentarias de febrero en Irán tan sólo participó un 42,6% de los votantes, el porcentaje más bajo desde la Revolución Islámica de 1979.

Varios países del Norte de África también han experimentado un rebrote de las manifestaciones antigubernamentales, como en el caso de Argelia y Túnez. En Argelia las manifestaciones convocadas por el movimiento Hirak no se detuvieron a pesar de la caída del presidente Abdelaziz Bouteflika y su sustitución por el septuagenario Abdelmayid Tebbune, lo que llevó a la detención de decenas de activistas. El descontento generalizado explica la baja tasa de participación en el referéndum constitucional del 1 de noviembre, en el que sólo tomó parte un 23,7% del electorado. En Túnez, la única democracia efectiva en todo el mundo árabe, también se registraron nuevas movilizaciones debido a la agudización de la crisis económica y la imposición de confinamientos en las zonas más pobres del país.

De lo anteriormente dicho cabe concluir que la brecha entre gobernantes y gobernantes continúa aumentando en toda la región MENA. Para hacer frente al creciente descontento de la población, los regímenes se han visto obligados a intensificar el autoritarismo recurriendo de manera sistemática a medidas coercitivas en un contexto de aguda crisis económica y de aumento exponencial de la pobreza. Esta situación está creando una tormenta perfecta que podría desencadenar una tercera ola revolucionaria en el conjunto de los países árabes. Como destaca Democracy Index 2020, “dada la inquietud de las poblaciones y las crecientes tensiones económicas, es probable que, tarde o temprano, se produzca una erupción de mayor inestabilidad social y política”.

Comentarios

Entradas populares