Jugando con fuego en Gaza
Hoy publico en el diario vizcaíno El Correo y otras cabeceras del grupo Vocento este artículo sobre la situación en la Franja de Gaza.
Una vez más la historia vuelve a repetirse. La Franja de
Gaza es atacada de nuevo por tierra, mar y aire por las Fuerzas de Defensa
Israelíes. El objetivo declarado es detener la lluvia de cohetes lanzados
contra el territorio israelí; el objetivo encubierto es golpear a Hamas,
organización que había encontrado en el acuerdo de reconciliación sellado con
Fatah una tabla de salvación a una situación desesperada, ya que sus
principales vías de financiación han sido interrumpidas a lo que debe añadirse
la rampante erosión de su popularidad por su deficiente gestión de gobierno.
Lamentablemente la historia nos enseña que no existen
operaciones quirúrgicas y que la población civil será la principal víctima de
una operación militar que agravará los problemas endémicos de la Franja de
Gaza, en la que más del 80% de la población depende de la ayuda humanitaria internacional
para sobrevivir. Una prisión a cielo abierto como tantas veces se ha descrito
con todas sus salidas y entradas controladas por las fuerzas israelíes que, en
2005, se retiraron del territorio pero que no le permitieron cortar el cordón
umbilical con la ocupación. Una operación desproporcionada que, como todos
sabemos, está condenada al fracaso, puesto que no parece factible que a estas
alturas Israel sea capaz de destruir a Hamas, una organización que cuenta con
un amplio respaldo popular y que, además, suele salir reforzada tras cada una
de las campañas desencadenadas contra ella.
Con el bombardeo de la franja, Israel lanza un claro mensaje
a la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas a la que dicta unas líneas rojas que
no deberá sobrepasar. El gobierno israelí sigue apostando por el ‘divide y
vencerás’ según el cual la escena palestina tendrá que seguir enfrentada y no
se permitirá a Fatah y Hamas sellar sus diferencias, porque ya se sabe que al
enemigo es mejor mantenerlo dividirlo e impedir que unifique sus fuerzas para
plantar cara a la colonización. Por eso, la prioridad de Benjamin Netanyahu es imposibilitar
a toda costa y a cualquier precio que las dos principales fuerzas políticas
palestinas resuelvan sus diferencias y establezcan un programa de acción común.
Ese es el peor escenario para Israel y eso es lo que se trata de impedir con la
operación Margen Protector.
Lo que no parece tener en cuenta Israel es que está jugando
con fuego. En el poco probable caso de que Hamas fuera extirpada de raíz del
territorio palestino, deberíamos preguntarnos quién ocuparía su lugar y quién asumiría
la defensa del islam político. Si los Hermanos Musulmanes palestinos
desaparecieran de la faz de la tierra de la noche a la mañana no cabe duda que
sería remplazada por grupos más radicales situados en la órbita salafista y
yihadista. El remedio podría ser, por lo tanto, peor que la enfermedad, puesto
que favorecería la emergencia de fuerzas situadas en la órbita de Al Qaeda que
aprovecharían la desesperación y la frustración existente entre la población
para tratar de ganar terreno e impulsar su causa.
A estas alturas parece claro que el miserable asesinato de
tres adolescentes israelíes está siendo hábilmente instrumentalizado por el
gobierno israelí para tratar de sacar réditos en aguas turbulentas.
Curiosamente nadie se ha rasgado las vestiduras por los 1.520 menores
palestinos muertos desde el año 2.000 como como consecuencia de ataques
israelíes. Como ya sabemos, no todos los muertos valen lo mismo y la sangre
palestina cotiza a la baja en el mercado de la geopolítica internacional. Se
trata de una estrategia, cuanto menos, arriesgada, puesto que apuesta por
añadir más leña al fuego en un Oriente Medio que vive en un momento
especialmente volátil, con Siria hundida en el lodo de la guerra civil y con un
Irak cada día más fragmentado con el Estado Islámico en plena fase de ascenso.
En este contexto, cualquier chispa podría encender un incendio de impredecibles
consecuencias abriendo la caja de truenos. Además, todos sabemos cómo empiezan
las guerras en la región, pero no cómo acaban. Basta con recordar que el bombardeo
de Gaza en 2006 provocó un efecto contagio a Líbano con el enfrentamiento entre
Israel y Hezbollah, un choque que acabó sin ganadores ni perdedores pero que
provocó una crisis de gobierno que se cobró la cabeza del por entonces primer
ministro Ehud Olmert por sus costosos errores de cálculo.
Cuando las autoridades israelíes decidan, en unos días o en
unas semanas, poner fin a la operación Margen Protector será el momento de
hacer el recuento de víctimas en ambos bandos y enterrar los cadáveres. Como en
el pasado, los líderes mundiales condenarán con firmeza el terrorismo de Hamas
y, en menor medida, se lamentarán de la desproporción de la ‘respuesta’
israelí. Una vez más apremiarán a las partes a retornar a la mesa de
negociaciones y apostarán por la solución de los dos Estados, declaraciones que
no serán acompañadas de ninguna presión efectiva para que se cumplan las
resoluciones internacionales ni para que Israel se retire del territorio
ocupado. Un mensaje que, como tantas veces en el pasado, caerá en saco roto y
acabará arrastrando el viento. Mientras tanto, Israel seguirá aprovechando la inmovilidad
de la comunidad internacional para seguir aplicando su política de hechos
consumados para judaizar el territorio ocupado mediante la construcción de nuevos
asentamientos y hacer inviable un Estado palestino con continuidad territorial.
Nada nuevo bajo el sol.
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