París, capital del dolor
Ayer un comando yihadista asesinó a doce personas en París: diez de ellos miembros de la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo. Hoy publico este artículo en el diario El País: "París,capital del dolor". En el título he querido homenajear al poeta surrealista Paul Éluard para recordar que la cultura siempre acaba por imponerse a la barbarie.
"Los peores presagios se han cumplido. El pasado 22 de septiembre, el
portavoz del Estado Islámico reclamó a sus simpatizantes en los países
occidentales que atacaran a los infieles americanos y europeos, ya
fueran civiles o militares, por cualquier medio posible. Abu Muhammad Al
Adnani hizo especial hincapié en la necesidad de atentar contra “los
sucios franceses” por su activa implicación en la coalición
internacional que, desde agosto, golpea implacablemente los principales
bastiones yihadistas. Esta no era la primera vez que se situaba a
Francia en el punto de mira, ya que en 2006 Al Qaeda había amenazado de
muerte a los responsables del semanario satírico francés Charlie Hebdo por
publicar unas controvertidas caricaturas de Mahoma en las que se le
tachaba de terrorista. Aunque pueda parecer demasiado pronto para
establecer conclusiones sobre las motivaciones de los atacantes, no
parece excesivamente descabellado ver una conexión directa entre
ambos acontecimientos.
En el curso de las últimas semanas, Francia ha sido testigo de una
serie de atentados de diversa índole que han evidenciado que nuestro
vecino se ha convertido en un objetivo prioritario para los grupos
yihadistas. La principal novedad, a nuestro entender, reside en que la
acción no es obra de un lobo solitario que actúa a la
desesperada y sin preparación, sino que parece más bien el resultado de
una operación cuidadosamente planificada perpetrada por un grupo que al
menos cuenta con formación militar y, quizás, con experiencia de
combate. De confirmarse esta hipótesis, los responsables del atentado
podrían haberse curtido en algunos de los frentes que el yihadismo
internacional tiene abiertos, ya sea en la zona del Sahel o en el frente
sirio-iraquí.
Los servicios de inteligencia europeos han advertido una y otra vez
de un posible retorno de yihadistas del frente de batalla y de la
creación de células durmientes que podrían activarse cuando la situación
lo requiriese. En este sentido cabe señalar que Francia es el país que
más yihadistas ha exportado a Oriente Próximo en el curso de los últimos
años y que este fenómeno se ha intensificado tras la proclamación de un
califato islámico en la zona fronteriza sirio-iraquí el pasado mes de
julio. Al menos una tercera parte de los 2.500 combatientes europeos en
las huestes del Estado Islámico proceden de nuestro vecino, hecho que
desde hace mucho tiempo hizo saltar todas las señales de alarma. También
España ha aportado un centenar de islamistas radicales, un número
excepcional limitado sobre todo si lo comparamos con otros países de
nuestro entorno.

El hecho de que el Gobierno de Hollande decidiera asumir un papel
protagonista en la coalición internacional formada para combatir a las
huestes de Abu Baker Al Bagdadi parece haberle situado en la diana del
movimiento yihadista. Debe tenerse en cuenta que la ofensiva
internacional ha pasado una elevada factura sobre el Estado Islámico,
que se encuentra en una posición defensiva tanto en Siria como en Irak y
que está sometido a una guerra de agotamiento que ya se ha traducido en
las primeras deserciones en masa de sus filas. Una muestra de este
enquistamiento lo encontramos en Kobane, posición que viene siendo
defendida de manera numantina por los peshmergas kurdos desde el mes de
septiembre. No por casualidad, Francia es uno de los principales
sustentos militares de los kurdos que combaten sobre el terreno a la
formación yihadista.
Francia no sólo está en la mirilla del Estado Islámico, sino también
de Al Qaeda, grupo que imperiosamente necesita un golpe de efecto para
recuperar el terreno perdido desde la muerte de Bin Laden. Desde
entonces, su liderazgo del movimiento yihadista transnacional viene
siendo contestado por diversos actores. La instauración de un califato
el pasado verano vendría a suponer un tiro de gracia para el movimiento.
Un atentado de gran envergadura en territorio cruzado le
permitiría recuperar el protagonismo perdido y, sobre todo, demostraría a
sus simpatizantes que todavía está viva y cuenta con capacidad
operativa a pesar de los diversos reveses que ha sufrido desde los
atentados del 11 de septiembre de 2001. Al mismo tiempo le reafirmaría
en su estrategia de “golpear al enemigo lejano” basada en atacar a los
países occidentales que gozan de mayor presencia y tienen mayores
intereses en el mundo árabe, entre los que figura Francia. Tampoco
debería descartarse por completo que los autores actuaran de manera
independiente como una franquicia yihadista, un modus operandi similar al de los responsables de los atentados de Atocha el 11 de marzo de 2004.
Por último no debe pasarse por alto que, además de causar daño y
extender el terror, los yihadistas también pretenden polarizar a las
sociedades occidentales y tensar la convivencia con las comunidades
musulmanes que acogen. El atentado llega en un momento delicado, puesto
que en varios países europeos (entre ellos Alemania, Suecia, Holanda y
Francia) se ha experimentado un avance de los movimientos xenófobos que
arremeten contra la creciente inmigración musulmana y que gozan cada vez
de mayor predicamento. En el ánimo de los yihadistas también está
provocar un choque de trenes que se traduzca en un aumento de la
islamofobia. El escenario de cuanto peor mejor sería la mayor recompensa
para los grupos yihadistas".
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