La triple dimensión del conflicto sirio

El nuevo número de la revista Economía Exterior incluye mi artículo "La triple dimensión del conflicto sirio", que se puede leer en abierto en su página web. Aquí os incluyo alguno de sus párrafos para ir abriendo apetito:
"Cinco años después de su inicio, la guerra en Siria está fuera de
control. La multiplicidad de actores implicados en su desarrollo y la
diversidad de intereses que defienden han agravado la situación sobre el
terreno hasta límites inimaginables. La aproximación a este conflicto,
de carácter poliédrico y con múltiples aristas, es compleja, ya que
requiere abordar sus tres dimensiones: la doméstica, la regional y la
internacional, que interactúan entre sí distorsionándolo y
contaminándolo.
Lo que empezó siendo una revuelta antiautoritaria en el marco de la
denominada primavera árabe se transformó pronto en una confrontación
civil entre un régimen que apostó todas sus cartas a la denominada
solución militar y los diversos grupos rebeldes, incapaces de formar un
frente común para luchar contra un rival más poderoso en una guerra
asimétrica. La indiferencia occidental ante el descenso a los infiernos
de Siria abrió el camino a las potencias regionales –Irán, Arabia Saudí,
Turquía y Catar– que entraron en escena apoyando los diversos bandos de
la contienda. Tras la irrupción del autodenominado Estado Islámico
(Daesh, en sus siglas en árabe) se pasó de la fase de regionalización a
la de internacionalización con la intervención de Estados Unidos y
Rusia. El primero al frente de una coalición internacional que, a partir
del verano de 2014, intentó frenar el avance de los yihadistas en Irak y
Siria. El segundo que, en otoño de 2015, acudió en defensa de un
régimen sirio al borde del colapso (...).
El canal negociador de Viena
Si algo ha dejado claro el primer lustro de guerra es que ninguna de
las partes dispone de la capacidad suficiente para imponerse a sus
rivales. Los bombardeos aéreos contra el Daesh le han debilitado, pero
todavía sigue controlando amplias zonas y disponiendo de importantes
recursos. La progresiva balcanización de Siria, dividida entre el
régimen, los rebeldes, los yihadistas y los kurdos, exige una activa
implicación de la comunidad internacional para forzar a las partes a la
negociación y salvaguardar su integridad territorial.
Desde 2011, las iniciativas de la comunidad internacional para poner
fin al conflicto han brillado por su ausencia. Acuciados por el avance
del Daesh y la crisis de los refugiados, un grupo de países (EE UU,
Rusia, Arabia Saudí, Irán y Turquía, así como los representantes de las
Naciones Unidas, Staffan de Mistura, y de la Unión Europea, Federica
Mogherini) decidieron abrir un canal de negociación en Viena a finales
de octubre de 2015. La hoja de ruta que plantean consiste en la
aplicación del plan de transición aprobado en Ginebra en 2012 y basado
en la formación de un gobierno de unidad nacional con figuras de la
oposición y del régimen en el que el primer ministro disponga de plenos
poderes ejecutivos. Dicho plan también contempla la redacción de una
nueva Constitución y la convocatoria de elecciones legislativas y
presidenciales en un plazo de 18 meses.
Esta hoja de ruta llega con tres años de retraso y es de difícil
aplicación dada la fragmentación del territorio y la hostilidad
irano-saudí. Además, el Daesh y el Frente al-Nusra, excluidos del
proceso, controlan cerca de la mitad del territorio y tratarán de
boicotearla. Otro escollo insalvable es el futuro de El Asad. Tanto en
Ginebra como en Viena los negociadores optaron por la “ambigüedad
constructiva”, ya que no especificaron si su salida era una condición
para su puesta en práctica. Rusia e Irán consideran que es el pueblo
sirio quien debe pronunciarse al respecto, mientras que EE UU y Francia
se oponen a su continuidad. En lo que coinciden unos y otros es en su
temor a que con El Asad caiga también el régimen y que el vacío de poder
acelere la desintegración estatal, tal como ocurrió en Irak tras la
caída de Sadam Husein".
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