¿Reconciliación entre Hamas y Fatah?
Hace unos días publiqué en el Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas este documento titulado "¿Reconciliación entre Hamas y Fatah?" en el que analizaba el enésimo intento de acercar las posiciones entre las dos principales formaciones políticas palestinas. Aquí os dejo algunos extractos:
El 12 de octubre de 2017 Fatah y Hamas anunciaron en El Cairo un acuerdo
de reconciliación que, de tener éxito, pondrá fin a una década de enfrentamientos
y devolverá el control de la Franja de Gaza a la Autoridad Nacional Palestina
(ANP). En los próximos meses deberá constituirse un gobierno de unidad nacional
y convocarse elecciones presidenciales y legislativas, aunque la suerte de este
acuerdo dependerá en gran medida en la respuesta de la comunidad internacional
y, sobre todo, de la actitud que adopte Israel, la potencia ocupante.
Aunque no se ha hecho público el texto del acuerdo, sí que se han desvelado
sus cuatro puntos centrales: 1) las fuerzas de seguridad de la ANP se
desplegarán en el paso fronterizo de Rafah con Egipto el 1 de noviembre; 2) las
principales organizaciones palestinas se reunirán en El Cairo el 21 de
noviembre para formar un gobierno de unidad; 3) la ANP asumirá el pleno control
administrativo de la Franja de Gaza el 1 de diciembre; y 4) la ANP se
compromete a pagar el salario de los 23.000 funcionarios de Gaza (pero no de los
14.000 miembros de los servicios de seguridad reclutados por Hamas desde 2007 y
englobados en los servicios de inteligencia, la seguridad interna, la seguridad
nacional, la policía y la defensa civil).
La aplicación del acuerdo podría crear las condiciones necesarias
para la apertura del paso de Rafah, lo que aliviaría la delicada situación
humanitaria que padece la Franja de Gaza, cerrada a cal y canto por las
autoridades israelíes desde el choque entre Hamas y Fatah en verano de 2007.
Debe tenerse en cuenta que la situación es dramática, puesto que el
80% de sus dos millones de habitantes dependen de la ayuda humanitaria, el 47%
viven bajo el umbral de la pobreza y el 41% están desempleados. También es
alarmante la falta de agua y electricidad: el 90% de los acuíferos no son aptos
para el consumo y la única planta eléctrica operativa tan sólo produce 65
megavatios diarios, una décima parte de las necesidades de la Franja, por lo
que la población tan sólo dispone de cuatro horas de electricidad al día, lo
que impide cualquier tipo de actividad industrial y tiene nocivos efectos en la
educación y la sanidad. La falta de combustible impide, a su vez, el
funcionamiento de las plantas de tratamiento, lo que provoca que cada día se
viertan al mar 100 millones de aguas residuales.

Las claves del acuerdo de reconciliación
Estas son las cinco claves
para entender el acuerdo y calibrar sus posibilidades de éxito:
1. Debilidad de Hamas.
En 2006 la organización islamista se impuso en las elecciones legislativas
palestinas, con lo que arrebató a Fatah el control de la ANP. Su labor de
gobierno se vio condicionada desde un primer momento por el boicot que sufrió
por parte del Cuarteto, que le conminó sin éxito a reconocer a Israel, aceptar
los Acuerdos de Oslo y renunciar a la violencia. En verano de 2007, Gaza fue
declarada ‘entidad hostil’ por Israel, que desde entonces ha lanzado tres ofensivas
militares –Plomo Fundido en 2008, Pilar Defensivo en 2012 y Margen Protector en
2014– que han provocado cientos de víctimas y destruido buena parte de sus
infraestructuras. Asimismo, debe tenerse en cuenta que la posición de Hamas
quedó seriamente dañada tras el derrocamiento de los Hermanos Musulmanes en
Egipto en 2013, uno de sus principales apoyos internacionales, y el bloqueo
regional impuesto en 2017 a Qatar, su más importante benefactor. A ello deben
sumarse las medidas punitivas adoptadas por la ANP, que en verano decidió
congelar el pago de salarios a sus funcionarios en Gaza y no hacer frente a la
factura de la electricidad que la franja importa de Israel. Las cada vez
mayores dificultades para gestionar Gaza han llevado a Hamas a retomar sus
relaciones con Irán después de varios años de distanciamiento.
2. Descrédito de Fatah.
La posición de Fatah se ha resentido como consecuencia del fracaso del proceso
de paz con Israel. Tras 25 años de apuesta por las negociaciones, los
resultados alcanzados hasta el momento son extraordinariamente limitados. La
ANP, que según los Acuerdos de Oslo sólo debería ejercer su autoridad durante
un periodo interino de cinco años, se ha convertido en permanente y en el
horizonte no se vislumbra la creación de un Estado soberano sobre los
territorios ocupados por Israel desde hace ya cincuenta años. Es más, la
solución de los dos Estados podría desvanecerse por completo en el caso de que
Israel siga colonizando Cisjordania de manera intensiva, judaizando Jerusalén
Este y asfixiando Gaza. El único logro que tiene en su haber el presidente
Mahmud Abbas, que con 82 años prepara su sucesión, es que la economía de
Cisjordania ha crecido un 48,5% en la última década (mientras que la de la Franja
de Gaza ha retrocedido en este mismo periodo un 5,3%), pero esto obedece más
bien a las lógicas de ‘la paz económica’ promovida por el primer ministro
israelí Benjamin Netanyahu y basada en ofrecer cierta prosperidad a cambio de que
las autoridades palestinas mantengan la seguridad. Una reciente encuesta del Palestinian
Center for Policy and Survey Research señalaba que sólo el 31% de la población
aprueba la gestión de Abbas, mientras que un 67% considera que debería
presentar su dimisión. Según
esta misma encuesta, Abbas sería derrotado por el islamista Ismael Haniyeh (50%
frente al 42% de los votos) en el caso de que se convocaran elecciones
presidenciales. Por el contrario, Fatah se impondría holgadamente a Hamas (36%
frente al 29% de los votos).
3. Declaración
de intenciones. Este acuerdo de reconciliación debe
ser contemplado con suma cautela. En realidad, es el quinto intento de acercar
las posiciones entre Fatah y Hamas tras los sellados previamente en La Meca
(2007), El Cairo (2011) Doha (2012) y Gaza (2014). El fracaso de todos ellos nos
invita a ser cautos, puesto que deberán sobrepasar importantes escollos para
poder llevarse a la práctica. Entre los más relevantes está la hostilidad que
se manifiestan Fatah y Hamas, cuyos proyectos de futuro y propuestas
ideológicas difieren de manera notable. La desconfianza entre sus máximos
dirigentes es evidente y su aproximación sólo puede entenderse por las severas
dificultades que ambos afrontan y por la presión internacional que sufren. Sólo
partiendo de estas premisas puede entenderse dicho acuerdo que no deja de ser
una declaración de intenciones, si tenemos en cuenta que los asuntos más
espinosos han sido relegados a un segundo plano. Quizás el más relevante es el
futuro de las milicias de Hamas: las Brigadas de Izz al-Din al-Qassam, que
cuentan con 25.000 efectivos, o el control de su arsenal armamentístico.
Tampoco ha habido un acuerdo en torno a la composición del futuro gobierno de
unidad nacional y sobre la eventual participación de miembros de Hamas, algo que
podría desencadenar el boicot de EEUU y la UE, actores que la consideran una organización
terrorista.
4. Mediación de Egipto.
La mediación de Egipto ha sido clave para propiciar un entendimiento entre
Fatah y Hamas. No es esta la primera vez que los servicios de inteligencia
egipcios se involucran activamente en el diálogo interpalestino. La
intervención de Omar Suleiman fue decisiva para el Acuerdo de El Cairo de 2011.
En esta ocasión, el papel ha sido asumido por Jaled Fawzi, su sucesor, que mantiene
estrechas relaciones con el Mossad y la CIA. Egipto trata de recuperar, así, el
protagonismo en la escena árabe tras varios años encerrada en su propio
laberinto. Debe recordarse que tras la Primavera Árabe, Qatar y Turquía ganaron
ascendiente sobre Hamas desplazando a Egipto del papel mediador que había
jugado en el pasado. La posibilidad de que la crisis humanitaria que sufre Gaza
se desborde y acabe por pasar factura a Egipto también es muy elevada, dado que
es el único país árabe que comparte frontera con la Franja y, de hecho, tiene
la llave para abrir o cerrar el paso de Rafah, que es la única válvula de
escape de Gaza. Parece evidente que la involucración egipcia en los asuntos
domésticos palestinos también obedece a la necesidad de frenar a la rama
egipcia del autodenominado Estado Islámico, que se ha hecho fuerte en algunas
zonas del Sinaí desde las cuales golpea sin descanso a las fuerzas de seguridad
egipcias. En este sentido la colaboración de Hamas parece indispensable para
evitar que Gaza se convierta en un santuario para dicha organización yihadista.
5. Respuesta de Israel. Probablemente
el factor que decida el éxito o el fracaso del acuerdo de reconciliación sea la
actitud que adopte el gobierno israelí, integrado por una heterogénea coalición
de partidos de orientación ultranacionalista y ultraortodoxa. No es ningún
secreto que desde hace décadas la política israelí se ha guiado por la lógica
del ‘divide y gobierna’. Israel ha conseguido dividir geográficamente a los palestinos
bajo la ocupación entre la Franja de Gaza (sometida a un intenso bloqueo que ya
dura una década), Jerusalén Este (que sufre un agudo proceso de judaización) y
Cisjordania (cuyo territorio ha sido dividido en zonas A, B y C). Un
rompecabezas hábilmente diseñado para fragmentar a la población y tratar de
reducir su lucha nacional a un problema humanitario. Cuanto más tiempo se
prolongue la división entre Gaza y Cisjordania y las tensiones entre Hamas y
Fatah mayor beneficio obtendrá Israel. Por esta razón no nos debe extrañar que
Netanyahu haya señalado que esta aproximación hará “la paz mucho más difícil” y
haya advertido que “la reconciliación con los asesinos de masas es parte del
problema y no de la solución”.
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