Anatomía de la revolución siria

Con este artículo de mi autoría, titulado "Anatomía de la revolución siria" y publicado por el diario El Correo, me despido de vosotros durante unas semanas. Me tomo unas vacaciones, aunque intentaré actualizar el blog al menos una vez a la semana. A la vuelta espero presentar un nuevo formato de blog con algunas novedades. También habrá nuevo libro sobre la sociedad civil en el mundo árabe que publicará la Fundación CIDOB.

"Han transcurrido ya dieciséis meses desde el inicio de la revolución siria y todo parece indicar que nos encaminamos a una guerra civil de impredecibles consecuencias. En un bando está un régimen monolítico que controla férreamente los principales recursos de poder y que no ha dudado en emplear su artillería pesada para tratar de poner fin a la revuelta. En el otro bando encontramos a una oposición que, cada día que pasa, apuesta de una manera más decidida por la vía armada para derrocar al sangriento dictador Bashar al-Asad.

La comunidad internacional, mientras tanto, continúa deshojando la margarita. Hay días en que parece estar dispuesta a respaldar a los rebeldes, pero hay otros en que piensa que el remedio podría ser peor que la propia enfermedad. En su indecisión probablemente influya el hecho de que Siria comparte fronteras con Israel, Líbano, Turquía, Irak y Jordania, por lo que una posible guerra civil tendría efectos imprevisibles para el conjunto de Oriente Medio. Mientras el tiempo pasa, la cifra de muertos no deja de aumentar y supera ya los 15.000, superando los desplazados los dos millones de personas (un 10% de la población).
     
A la hora de abordar las razones por las cuales el presidente Bashar al-Asad ha conseguido mantenerse en el poder durante tanto tiempo es ineludible hacer referencia a la solidez de sus apoyos. Las élites dirigentes interpretan que están librando una batalla a vida y muerte que tendrá un solo vencedor. La represión corre a cargo de una célula de crisis compuesta por personas de la absoluta confianza del presidente, entre los que tienen un papel protagonístico dos familiares directos: su hermano Maher al-Asad (responsable de la Guardia Republicana y la IV División Armada) y su cuñado Asef Shawkat (viceministro de Defensa y exdirector de la Inteligencia Militar), y en la que también toman parte los jefes de las agencias de seguridad y de las principales unidades militares.

Además, el régimen todavía conserva ciertos apoyos entre las elites comerciales de Damasco y Alepo, las clases medias y, también, las minorías confesionales. Estas últimas consideran que el mantenimiento del status quo es preferible al derrocamiento de Bashar al-Asad, ya que la caída del régimen podría catapultar al poder a los Hermanos Musulmanes, como ha ocurrido en Egipto. Ello colocaría en una delicada situación al 25 por 100 de la población siria que no es musulmana suní: los alauíes, los cristianos, los drusos y los ismailíes. Para una parte significativa de estas minorías, el proyecto secular baazista sigue siendo un muro de contención frente a los sectores islamistas radicales que podrían tratar de imponer la sharía.

Las elites comerciales suníes de Damasco y Alepo, tradicionales aliadas del régimen, podrían estar empezándose a replantearse este respaldo debido a la aguda crisis económica que sufre el país. La libra siria ha perdido más de un tercio de su valor con respecto al dólar y la economía se contraerá este año cerca de un 6 por 100. Un escenario catastrófico para los intereses de esta elite comercial, que empieza a mostrar síntomas de inquietud.

Otro elemento que explica el impasse actual es la fragmentación de la oposición. En el interior del país son los Comités de Coordinación Local los que llevan el peso de la movilización ciudadana. En el exterior, la principal plataforma es el Consejo Nacional Sirio, que ha tratado de unificar, sin éxito, a los diferentes grupos de la heterogénea oposición. Unos y otros difieren en torno a la necesidad de militarizar la revuelta o apostar por la resistencia civil. Mientras tanto, el Ejército de Siria Libre, integrado por desertores y rebeldes, ha ido ganando terreno y goza ya de implantación en buena parte del territorio, aunque carece de una estructura de mando clara y depende de los envíos de armamento realizados por Arabia Saudí y Catar.

Una posible guerra civil siria tendría efectos imprevisibles en Oriente Medio. El régimen sirio es plenamente consciente de que EEUU y la UE no están dispuestos a sacrificar la estabilidad de la región para obtener la cabeza de Bashar. Esta inacción de la comunidad internacional ha allanado el terreno para que algunos países árabes, encabezados por Arabia Saudí y Catar, hayan empezado a armar a los rebeldes. De hecho la Liga Árabe ha aprobado una resolución que “autoriza todo tipo de apoyo político y material para proteger a los civiles”. Destacadas figuras de la oposición siria han denunciado el papel saudí, país que no representa precisamente un modelo a seguir debido a su déficit democrático y a su sistemática violación de los derechos humanos. La caída de Bashar no sólo permitiría a los saudíes deshacerse de su rival regional, sino que además debilitaría a su bestia negra: Irán, un aliado estratégico de Siria. A su vez facilitaría la penetración del salafismo en un país que todavía muchos consideran el último bastión del arabismo.

Cualquiera que sea el escenario futuro parece claro que Bashar al-Asad ha perdido toda su legitimidad y carece de credibilidad entre importantes sectores de la población siria. Confiar su continuidad al empleo de la violencia contra su propia población no parece ser una perspectiva demasiado halagüeña para un régimen que es plenamente consciente de que la ola de descontento va en aumento y que, tarde o temprano, acabará por devorarle".

Comentarios

  1. Grande Nacho!
    Gracias por tu tiempo y esfuerzo!
    Espero verte activo despues de tus merecidas vacaciones!
    Un saludo
    Raed

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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