Bruselas y la estrategia del avestruz
El pasado jueves publiqué en el diario Ara este artículo sobre los atentados yihadistas en la capital belga que titulé "Bruselas y la estrategia del avestruz" y que ahora incluyo en su traducción al castellano. Seguimos sin comprender cuál es nuestro verdadero enemigo y cuanto más tarde lo comprendamos, peor nos irá.
La
posibilidad de que yihadistas retornados de Siria pudieran sembrar el terror en
Europa ha dejado de ser una hipótesis para convertirse en realidad. Desde hace
meses, las agencias de inteligencia europeas venían advirtiendo del riesgo de
que yihadistas europeos integrados en las filas del ISIS volviesen a sus países
para perpetrar atentados a gran escala. Bélgica tenía todas las papeletas de la
rifa, ya que es el país europeo que cuenta con más yihadistas per cápita (uno
por cada 1.200 de musulmanes) y donde ya han regresado, al menos, 85 de los 560
terroristas fichados.

Las
masacres de París y Bruselas demuestran que el ISIS ha situado a Europa en el
blanco de su diana y que cuenta con cientos de voluntarios para sembrar el
caos. El comunicado de reivindicación de la matanza señala que “lo que os
espera será más duro y amargo”, por lo que no debe descartarse que la
planificación de otros atentados esté ya en marcha. Los ataques demuestran,
además, un salto cualitativo tanto en su concepción como en su puesta en
práctica, puesto que no son la obra de lobos solitarios que actúan por
iniciativa propia. En esta ocasión nos encontramos con un comando entrenado para
causar el mayor daño posible. Es más que probable que la detención de Salah
Abdesalam, también implicado en los atentados de París, haya precipitado la
acción y, a su vez, haya evitado una carnicería todavía mayor.
Por
lo demás, el perfil de los terroristas suicidas que se inmolaron en el
aeropuerto y el metro de Bruselas encaja con el patrón yihadista ya conocido.
Pequeños delincuentes captados por predicadores radicales que les adoctrinan en
un breve lapso de tiempo. Muy similar, por otra parte, al de los autores del 11-M
en Madrid. El supuesto cerebro del atentado habría recibido, a su vez,
formación militar y consignas en los territorios controlados por el ISIS en
Siria. Dichos jóvenes no se distinguen precisamente por su religiosidad, sino
más bien por sus devaneos con las drogas y por sus conexiones con el hampa. En
definitiva, los eslabones más débiles de cadena que son manipulados fácilmente
por las organizaciones yihadistas que les prometen el paraíso tras su martirio,
una generosa recompensa para quienes han pasado por la faz de la tierra sin mayor
pena ni gloria.
Pese
a que algunos dirigentes europeos repitan una y otra vez que estamos en estado
de guerra y en una situación de excepción, debemos tener algo de memoria
histórica y recordar que Europa no ha sido ni es el principal objetivo de la violencia
yihadista. Por mucho que nos duelan, los atentados de Madrid, Londres, París o
Bruselas no dejan de ser una gota en el océano. El Global Terrorism Database
elaborado por la Universidad de Maryland, que analiza los atentados yihadistas
perpetrados entre 2000 y 2014, señala que sólo el 0,1% de los 15.181
registrados en dicho periodo fueron perpetrados en Europa. De las 72.000 muertes
que provocaron dichos ataques, apenas 248 eran europeas (a los que habría que
sumar las víctimas de los atentados de París y Bruselas, fuera del periodo
analizado por dicho informe).
Otro
dato relevante es que el 87% de dichos atentados tuvieron lugar en países de
mayoría musulmana, lo que viene a evidenciar que el principal objetivo de los
yihadistas siguen siendo los propios musulmanes, que se niegan a comulgar con
la lectura apocalíptica y distorsionada del Islam que los talibanes, Al Qaeda y
el ISIS tratan de imponer. Millones de afganos, iraquíes y sirios se han visto
obligados a abandonar sus hogares y buscar refugio en los países del entorno
precisamente para huir de la tiranía y la crueldad de dichos grupos.
Ante
el agravamiento de los conflictos en Afganistán, Irak y Siria y la falta de expectativas
de que la tormenta vaya a amainar en el corto plazo, muchos de los estos
refugiados tratan de buscar un futuro más prometedor en el continente europeo.
En lugar de ello, Europa ha optado por renunciar a sus valores y cerrar sus
puertas a quienes huyen de la barbarie. Más allá de los bombardeos contra los
feudos yihadistas y de la lucha antiterrorista, esta Europa ensimismada y
desorientada no parece entender que para romper con este círculo vicioso es
imprescindible involucrarse activamente en la resolución de los conflictos que
asolan Oriente Medio. En lugar de ello parece haber optado por la estrategia
del avestruz negándose a aceptar que el yihadismo, al ser un problema global,
requiere una respuesta global.
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