Objetivo Bruselas
Hoy publico en El Correo este artículo sobre los atentados de ayer en Bruselas, que yan sido reivindicados por el Daesh.
Una vez más, el terrorismo yihadista ha golpeado una capital
europea. No es el primer atentado de estas características y, desgraciadamente,
tampoco será el último, puesto que el Daesh (las siglas en árabe del
autodenominado Estado Islámico) ha situado al Viejo Continente en su mirilla. Europa
parece haber desplazado a EE UU como objetivo prioritario, tal y como demuestra
el hecho de que el territorio norteamericano no ha sido objeto de un atentado a
gran escala desde el fatídico 11 de septiembre de 2011 perpetrado por Al Qaeda
mientras que las matanzas se han sucedido en Madrid, Londres, París y, ahora,
Bruselas. Con esta acción, el Daesh evidencia que, a pesar de los sistemáticos
bombardeos a los que son sometidos sus feudos en Siria e Irak, sigue conservando
su fuerza letal.

No puede pasarse por alto tampoco que Bélgica es el
principal exportador de yihadistas del continente europeo. La comunidad
musulmana representa el 6 por 100 de la población belga, en total unas 650.000
personas. Aunque el número de yihadistas belgas es relativamente bajo en
términos cuantitativos (medio millar, según diferentes estimaciones), lo cierto
es que cuadruplican el número de combatientes de origen español enrolados en
las filas del Daesh. Un dato, sin duda, alarmante. La intensificación de los
bombardeos sobre Raqqa y Mosul ha motivado, a su vez, un efecto retorno hacia
Europa de estos yihadistas que, además de haber sido radicalizados, ahora
cuentan con experiencia de combate y están dispuestos a sacrificar sus vidas
para golpear al ‘enemigo lejano’.
El hecho de que los servicios de inteligencia belgas hayan
sido incapaces de impedir esta nueva carnicería podría llevarnos a pensar que
es el Daesh quien lleva ventaja y va ganando la partida. Este planteamiento es
erróneo, puesto que la organización se encuentra en una situación extraordinariamente
delicada, ya que sus fuentes de financiación se están desecando y el flujo de
yihadistas hacia sus feudos ha descendido de manera notable. Al contrario que
en el pasado, en el presente se encuentra en una posición claramente defensiva
lo que ha permitido recuperar varias localidades que estaban bajo su control y
eliminar o capturar a algunos de sus dirigentes. Por lo tanto, el Daesh es hoy
una bestia herida cuyos violentos zarpazos son más una señal de su debilidad
que de su fortaleza, lo que no debería llevarnos ni mucho menos a bajar la
guardia ni a subestimar la amenaza que todavía representa.
Otro de los objetivos de la formación yihadista es azuzar la
islamofobia en las sociedades europeas. Como hemos tenido la oportunidad de
comprobar en los últimos meses, los movimientos populistas y xenófobos no han
dejado de ganar terreno en varios países. Son, sin ningún género de dudas, los
principales beneficiados de los zarpazos yihadistas, pero también de la llegada
de cientos de miles de refugiados a territorio europeo huyendo, precisamente,
del caos y la anarquía que se ha apoderado de sus países de origen. Culpabilizar
a las víctimas de las guerras que asolan la región y cerrar las puertas a
quienes huyen del Daesh y de la violencia no parecen ser las maneras más
sensatas de defender los valores europeos en estos tiempos de incertidumbre y
desorientación.
En este sentido debe recordarse que el Daesh ha lanzado una
campaña mediática para tratar de frenar el éxodo de sirios e iraquíes que está
despoblando los territorios bajo su control. El número 11 de la revista Dabiq
afirmaba al respecto: «Emigrar al territorio de los infieles es un pecado
capital que puede equipararse a la apostasía». Dicha publicación advertía a su
vez de que quienes buscan refugio en Europa corren el peligro de «abandonar el
Islam y abrazar el cristianismo, el ateísmo o el liberalismo» y se exponen «a
la amenaza de la fornicación, la sodomía, las drogas y el alcohol». No nos debería extrañar, por lo
tanto, que el Daesh se felicite de las medidas adoptadas por la Unión Europea para
tratar de cerrar a cal y canto sus fronteras y deportar a Turquía a quienes
consigan alcanzar el territorio europeo.
Por último es pertinente subrayar, una vez más, que el Daesh
no sólo está en guerra contra Occidente, sino también contra el Islam. En estas
horas trágicas en las debe honrarse la memoria de las víctimas de Bruselas,
también tenemos que rendir tributo a todos aquellos que sufren a diario su
barbarie tanto en Siria como en Irak. Y no sólo nos referimos a las minorías
confesionales como los ismaelíes, drusos o yazidíes o las étnicas como los
kurdos o turcomanos, sino también a los musulmanes sunníes que viven sometidos
a su gobierno y también a los musulmanes chiíes, que se han convertido en el
principal blanco de su violencia. Deberíamos comprender que los ataques contra los
denominados ‘enemigo lejano’ y ‘enemigo cercano’, como los define la
propaganda yihadista, son dos caras de la misma moneda y deben combatirse con
la misma energía.
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