El día de la marmota en Israel
Israel celebrará este lunes 2 sus terceras elecciones legislativas en tan sólo un año. La principal razón es el empate técnico entre las dos principales formaciones sionistas: el Likud de Benjamin Netanyahu y el Azul y Blanco del general Benny Gantz, que ha imposibilitado la formación de un gobierno lo suficientemente amplio para obtener la confianza de la Knesset, el Parlamento israelí. Aquí recupero parte de mi artículo "Israel: la alternativa es la continuidad", publicado tras las anteriores elecciones por Política Exterior, que conserva plenamente su vigencia:
El empate técnico en las elecciones de abril de 2019 hacía presagiar una campaña a cara de perro en la que se luchase por cada voto. Las elecciones fueron a vida o muerte, ya que sobre Netanyahu pendían tres investigaciones sobre corrupción que sólo podría frenar la aprobación de una ley de inmunidad. El primer ministro estructuró su campaña en torno a tres ejes –la seguridad, los árabes de Israel y la anexión de Cisjordania– para tratar de movilizar a sus seguidores y ganarse a los indecisos.
Como en anteriores ocasiones, Netanyahu lanzó una campaña de intimidación contra la minoría árabe de Israel. Los denominados palestinos del 48, aquellos que no fueron obligados a abandonar sus hogares durante la nakba, representan casi el 20% de la población israelí. En las elecciones de 2015, Netanyahu advirtió que “los árabes están acudiendo en hordas a las urnas”. En abril de 2019 aseguró que los árabes pretendían sabotear las elecciones e intentó aprobar una ley para monitorizar sus votaciones mediante cámaras de grabación. No obstante, las amenazas de Netanyahu se volvieron en su contra en las elecciones de septiembre, ya que los árabes se movilizaron masivamente y el porcentaje de voto subió un 12% (del 49% al 61% de participación). La Lista Conjunta, que aglutinaba a cuatro partidos árabes, logró 13 escaños (tres más que en los anteriores comicios), lo que la convirtió en la tercera fuerza del país.
Netanyahu también intentó atraerse a los 650.000 colonos residentes en los Territorios Ocupados, que representan un 8% del electorado. De ahí que inaugurase su campaña en el asentamiento de Kiryat Arba de Hebrón, sin duda el más extremista de toda Cisjordania, y diera un mitin ante la mezquita/sinagoga de Abraham, donde un colono asesinó a 29 palestinos mientras rezaban en 1994. En una entrevista a la Radio de Ejército, el primer ministro señaló: “Pretendo extender la soberanía israelí a todos los asentamientos y los bloques de asentamientos, así como a los lugares que tengan una singular importancia para la seguridad o para la cultura israelíes”.
Asimismo, anunció su voluntad de anexar el valle del Jordán, que representa un tercio de Cisjordania. Aunque en dicha zona tan sólo residen 11.000 colonos, lo cierto es que goza de una gran relevancia estratégica, ya que permite controlar no sólo la frontera con Jordania, sino también las aguas del río Jordán. Desde la guerra de los Seis Días de 1967, el control de este valle ha sido una prioridad para todos los gobiernos israelíes. Fue precisamente el dirigente laborista Yigal Allon quien, poco después de la ocupación, lanzó un plan que preveía la anexión de toda la línea fronteriza con Jordania por razones de seguridad y la concesión de una autonomía parcial para la población palestina. Durante las negociaciones de Camp David en el año 2000, Ehud Barak, otro laborista, intentó forzar a la delegación palestina a aceptar el control israelí del valle del Jordán durante un periodo de quince años con la intención de aislar a un eventual Estado palestino y mantener cautiva su economía.
Resultados de las elecciones legislativas (17/9/2019)
Partido
|
Porcentaje
|
Escaños
|
Variación
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Azul y Blanco
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25.93%
|
33
|
-2
|
Likud
|
25.09%
|
31
|
-7
|
Lista Conjunta
|
10.62%
|
13
|
+3
|
Shas
|
7.44%
|
9
|
+1
|
Israel Nuestra Casa
|
6.99%
|
8
|
+3
|
Judaísmo Unido de la Torá
|
6.06%
|
8
|
0
|
Yamina
|
5.88%
|
7
|
+1
|
Partido Laborista-Gesher
|
4.80%
|
6
|
0
|
Unión Democrática
|
4.34%
|
5
|
+1
|
El ex general Benny Gantz, por su parte, centró su campaña en la necesidad de combatir la corrupción, revertir los recortes sociales y, por supuesto, garantizar la sacrosanta seguridad de Israel. Debe tenerse en cuenta, que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) son la institución más valorada en Israel, de ahí que en el pasado numerosos generales hayan dado el salto a la política, como es el caso de Ariel Sharon, Isaac Rabin o Ehud Barak, por citar sólo el caso de aquellos que alcanzaron la jefatura de Estado. La coalición Azul y Blanco estaba integrada por numerosos generales ex jefes del Estado Mayor como el propio Gantz, Gabi Ashkenazi o Moshe Yaalon.
Un fenómeno interesante es que, de cara a reforzar su posición, la mayor parte de los partidos políticos decidieran establecer coaliciones. El Likud se alió con Kulanu de Moshe Kahlon, lo que no se tradujo en un avance electoral, ya que de los 39 escaños cosechados por ambos en abril pasaron a 31. La coalición Azul y Blanco estaba integrada por tres partidos: Hosen L’Israel de Benny Gantz, Yesh Atid de Yair Lapid y Telem de Moshe Yaalon, que pretendían revertir las políticas neoliberales de Netanyahu y limitar el poder de los sectores ultraortodoxos.
Otros partidos con menor representación también optaron por unir sus fuerzas para evitar quedar fuera de la Knesset, ya que la ley electoral fija un umbral del 3,25% del voto para tener representación parlamentaria. El Partido Laborista de Amir Peretz se alió con el Gesher de la activista Orly Levy, mientras que el Meretz de Nitzan Horowitz se integró en la Unidad Democrática con el Partido Democrático del ex primer ministro Ehud Barak y el Movimiento Verde. A pesar de estos movimientos, el denominado ‘campo de la paz’ tan sólo sumó once escaños (uno más que en abril), lo que le impide marcar la agenda o forzar un cambio de timón. También los partidos ultranacionalistas optaron por unir sus fuerzas en la coalición Yamina, integrada por la Nueva Derecha de Ayelet Shaked y Naftali Bennett y la Derecha Unida de Rafi Peretz y Bezalel Shmotrich, con la que obtuvieron siete escaños, lo que permitió a la Nueva Derecha acceder a la Knesset, al contrario de lo ocurrido en abril.
Por último, también los partidos árabes, escarmentados por los malos resultados de abril, concurrieron unidos en la Lista Conjunta en la que se integraban Hadash-Taal (que obtuvo seis diputados en abril) y Balad-Raam (que obtuvo cuatro). Este movimiento fue exitoso, ya que la coalición árabe obtuvo tres escaños más convirtiéndose en la tercera fuerza más votada. La campaña de intimidación de Netanyahu consiguió el efecto contrario al deseado, ya que movilizó a la minoría árabe.
El gran beneficiado por la repetición electoral fue, sin duda, Israel Nuestra Casa, el partido de los judíos de origen soviético, que pasó de cinco a ocho escaños (y de un 4% a un 7% de apoyos). Avigdor Liberman ha abanderado una batalla contra los sectores ultraortodoxos, a los que acusa de “coerción religiosa” por intentar imponer su estilo de vida al resto de la población, sobre todo en lo que respecta al matrimonio religioso, la comida kosher o la vigencia del shabatt. Cuando asumió el Ministerio de Defensa intentó, sin éxito, aprobar una ley que obligara a los haredim a realizar el servicio militar obligatorio, en lugar de sustituirlos por los estudios talmúdicos como hacen ahora.
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