Mubarak, el rais más longevo de Egipto
Mubarak pasará a la historia como el presidente (rais en árabe) más longevo en la historia reciente de Egipto. La denominada Primavera Árabe le desalojó del poder tras treinta años ocupando la presidencia y su mandato, incluso, superó al de sus dos predecesores juntos: Gamal Abdel Naser (1954-1970) y Anuar Sadat (1970-1981). Todos ellos, al igual que el actual presidente Abdelfatah Al Sisi, pertenecían al estamento militar que, de manera prácticamente ininterrumpida, ha detentado el poder desde el derrocamiento de la monarquía por los Oficiales Libres en 1952. Este monopolio político únicamente fue contestado por los Hermanos Musulmanes, que alcanzaron la presidencia durante unos meses tras la Primavera Árabe de 2011, hasta que fueron desalojados del poder en 2013.
El rais gobernó el país con puño de hierro, pero también con mano izquierda, ya que se blindó en el poder forjando sólidas alianzas con las potencias internacionales y regionales. Siguiendo la senda emprendida por Sadat, Mubarak estrechó su alianza con Estados Unidos y afianzó los lazos con Israel, pero también se reconcilió con Arabia Saudí, lo que abrió la puerta a la rehabilitación regional de Egipto, que en 1979 había sido expulsado de la Liga Árabe tras firmar el tratado de paz de Camp David con Israel.
En el plano doméstico, Mubarak alternó las fases de persecución y tolerancia de los Hermanos Musulmanes, el principal grupo opositor al régimen, al que incluso permitió integrarse en el juego político con su entrada en el Parlamento en 2005. No obstante, esta liberalización fue, esencialmente, de carácter cosmético y no se tradujo en el levantamiento de las leyes de emergencia. Con el pretexto de combatir a los grupos islamistas radicales, el régimen autoritario egipcio restringió las libertades públicas y persiguió a todos los grupos opositores, ya fueran de inclinación islamista o secular.
Al creerse por encima del bien y del mal, Mubarak cometió un error de cálculo que, con el trascurso del tiempo, tendría desastrosas consecuencias. Su intento de crear una república hereditaria e imponer a su hijo Gamal como sucesor, tal y como había hecho antes Hafez Al Asad con su vástago Bashar en Siria, marcó el principio de su fin. Este movimiento provocó un profundo malestar en las Fuerzas Armadas, el principal sostén del régimen. Cuando la plaza de Tahrir se convirtió en el epicentro de la Primavera Árabe, los militares se negaron a obedecer las órdenes de reprimir a los manifestantes dejando en evidencia la soledad de Mubarak, lo que precipitó su caída.
Tras la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes, Mubarak fue juzgado y condenado a cadena perpetua por la represión de las manifestaciones de 2011. No obstante, el veredicto fue revisado y Mubarak fue absuelto después del golpe militar de Al Sisi. De hecho, el gobierno ha anunciado que despedirá al rais con honores de estado, lo que evidencia el intento de rehabilitar, aunque sea de manera póstuma, al presidente más longevo en la historia reciente de Egipto.
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