Las fronteras étnico-confesionales en Siria

El último número de la revista Culturas, revista de análisis y debate sobre Oriente Próximo y el Mediterráneo editada por la Fundación Tres Culturas de Sevilla, está dedicado a “Siria. 10 años de Bashar al-Asad”. Como señala el editorial, la revista pretende abordar “aspectos como a composición étnico-religiosa de la sociedad, con sus múltiples peculiaridades; la transformación económica que está experimentando el país; la evolución mercurial de su posición internacional; la relación, no siempre cordial, con sus vecinos; la boyante escena artística contemporánea; la producción literaria actual o la reciente explosión en el terreno de la caricatura y las viñetas satíricas”.


Entre los colaboradores de este número de Culturas encontramos a grandes especialistas en la materia, entre ellos Radwan Ziyade (investigador de Center for Contemporary Arab Studies de la Universidad de Georgetown), Sami Moubayed (redactor jefe de la revista Syria Forward y profesor de la Universidad de Kalamoon) y Fabrice Balanche (profesor de la Universidad Lyon II).

Mi artículo está dedicado a “Las fronteras étnico-confesionales en Siria” y hace un repaso de los principales grupos minoritarios, entre ellos los alawíes (vinculados al poder desde la llegada del Baaz al gobierno en 1963), los kurdos (considerados una amenaza para el proyecto panarabista) y la población cristiana (un 10% de la población, tradicional aliada de la alianza clánica-familiar formada por los Asad), así como grupos menos influyentes, entre ellos los drusos, los ismaelíes o los armenios.

El territorio sirio tiene una población sumamente heterogénea desde el punto de vista étnico-confesional, aunque es extremadamente difícil cifrar el peso real de cada una de las comunidades debido al hermetismo del régimen y su renuencia a ofrecer datos oficiales sobre esta materia. A pesar de las dinámicas centralizadoras, las estructuras comunitarias y tribales han pervivido en la mayor parte de países de Oriente Medio. En el caso sirio ha ocurrido más bien lo contrario ya que, como señala Cyril Roussel, el Estado ‘se ha apoyado en las lógicas territoriales o comunitarias: en ningún momento el poder político ha impuesto ninguna ruptura con las solidaridades tradicionales y la cohesión comunitaria. El Estado baazista, al contrario que los países socialistas de la época soviética, no ha intentado desestructurar la base territorial de las comunidades locales`”.

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