Wikileaks debilita a Maliki

Las filtraciones de Wikileaks sobre la posguerra en Irak amenazan con derribar al gobierno iraquí. El actual primer ministro Nuri al-Maliki, que pretendía revalidar su puesto, puede ser uno de los principales damnificados por las recientes revelaciones. Debe recordarse que las elecciones legislativas celebradas el 7 de marzo se saldaron con la victoria de Iraqiya, la formación dirigida por Iyad Alaui, que obtuvo dos escaños más que Estado de Derecho, la formación de Maliki, aunque no ha podido formar gobierno por el escaso entusiasmo que suscita su programa nacionalista entre las formaciones chiíes y kurdas.


Algunos de los 400.000 documentos desclasificados confirman lo que era un secreto a voces: que Maliki habría dado luz verde a la formación de escuadrones de la muerte que tuvieron un destacado papel en la violencia sectaria que estalló en 2006 tras la voladura de la Mezquita Dorada de Samarra, santuario de los imanes chiíes Ali al-Hadi y Hasan al-Askari, el 22 de febrero de 2006. Debe recordarse que después de este suceso el Ejército del Mahdi, aliado del Maliki en aquel entonces, atacó los barrios sunníes de Bagdad, prendiendo fuego a decenas de mezquitas y comercios y secuestrando a sus residentes. Estos hechos ocasionaron a su vez la violenta respuesta de las Brigadas de la Muerte sunníes, que organizaron  ataques contra la población chií. 


La violencia azuzó las diferencias étnicas y confesionales, motivando la aparición de distintas milicias y grupos paramilitares sunníes, chiíes y kurdos, que llevaron a cabo operaciones armadas siguiendo la práctica del “ojo por ojo, diente por diente”. En esta guerra de todos contra todos, barrios enteros y pueblos completos fueron desalojados en operaciones de limpieza con el propósito de crear zonas homogéneas desde el punto de vista étnico-confesional. Un total de cinco millones de iraquíes se vieron obligados a abandonar sus hogares (sobre este asunto puede leerse mi artículo "La crisis de los refugiados iraquíes").

Las poblaciones y los barrios mixtos dejaron de serlo, ya que los árabes sunníes fueron expulsados de las zonas de mayoría chií y los chiíes lo fueron de las zonas dominadas por los sunníes. En un marco más amplio, también los perjudicados por las operaciones de limpieza étnica fueron los propios árabes frente a los kurdos. Independientemente de su credo, muchos árabes reasentados en las diversas campañas de arabización emprendidas por Saddam Husein en las décadas de los setenta y ochenta fueron expulsados de las zonas kurdas. También las minorías (entre ellos los cristianos, los turcomanos, los yazidis y los palestinos), que carecían de un escudo de protección tribal, fueron blanco de la violencia y debieron abandonar sus hogares. En su fase más destructiva, incluso milicias de una misma confesión llegaron a la hostilidad y el combate abierto, como sucedió con los enfrentamientos entre el Consejo Supremo de la Revolución Islámica y el Ejército del Mahdi en ciudades sureñas como Basora; o entre los líderes tribales sunníes y los combatientes de Al-Qaeda en las provincias de Anbar, Salah al-Din y Diyala.

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