Siria: represión sin testigos

Reporteros sin Fronteras ha publicado su informe anual "La libertad de la prensa en el mundo: 2011". En sus páginas 206-209 analiza la desoladora situación de la prensa en Siria.

"El régimen de Bachar el-Asad respondió con contundencia a las primeras manifestaciones de los ciudadanos sirios, que, inspirados por lo que estaba ocurriendo en Túnez y Egipto, salieron a la calle para reclamar cambios democráticos. Era el mes de marzo. En los meses siguientes las estimaciones ascendieron a más de 15.000 arrestos, entre ellos numerosos periodistas y blogueros. Las autoridades intensificaron el control sobre medios de comunicación, nacionales y extranjeros; limitaron al máximo la concesión de visados; y el uso de la tortura se convirtió en algo casi sistemático.

En 2011, Siria ha sido uno de los países en los que más complicado ha sido ejercer el oficio del periodismo. La bloguera y estudiante de 19 años, Tal Al-Mallouhi, fue condenada ,el 14 de febrero, a 5 años de cárcel sin derecho a recurso. La acusación, “divulgar información a un país extranjero”, se basaba en una carta abierta a Barack Obama que publicó en su blog, pidiendo al presidente estadounidense una posición más equilibrada respecto a árabes y musulmanes. Llevaba en prisión desde octubre de 2010 y el 26 de diciembre comenzó una huelga de hambre contra su condena. 

La sentencia fue diseñada con el objetivo de intimidar a los blogueros sirios en un momento en que las autoridades ya comenzaban a temer el contagio de la revoluciones de Túnez y Egipto. Como parte de esa estrategia, en las semanas posteriores fueron también arrestados decenas de blogueros y periodistas. Entre ellos Mohamed Dibo, colaborador de un diario jordano, y Mazen Darwish, fundador del Centro Sirio para los Medios y la Libertad de Expresión, detenido cuando participaba como observador en una sentada pacífica a las puertas del Ministerio del Interior y liberado después.

El temido contagio, sin embargo, se hizo patente a mediados de marzo, cuando comenzaron las marchas de protesta y manifestaciones que desafiaron el estado de emergencia, en vigor desde 1963. El 25 de marzo las fuerzas  de seguridad prohibieron a los medios de comunicación acceder a la ciudad de Deraa, que ya se había convertido en uno de los puntos neurálgicos del movimiento de protesta en Siria. Los periodistas que lo intentaban fueron obligados a regresar a la capital, Damasco, en convoyes escoltados por el Ejército. Las autoridades sirias consiguieron vaciar el país de prensa extranjera, deteniendo y expulsando a algunos corresponsales, como Khaled Ya’qoub Oweis.

El 27 de abril, Al Jazeera se vio obligada a suspender todas sus actividades en Siria por las amenazas que estaba recibiendo su equipo. En esos días, un centenar de personas se congregó frente a las oficinas de la cadena, en Damasco, dañando sus instalaciones y acusándola de mentir y de exagerar en la cobertura del conflicto.

El gobierno sirio también intensificó su control sobre Internet desde los primeros momentos. La velocidad disminuía casi todos los viernes, el día de la gran manifestación semanal, para impedir o dificultar la descarga y el envío de vídeos e imágenes tomadas durante las protestas. Los encargados de perseguir a disidentes en la red intensificaron su actividad a finales de junio, inundando sus páginas con mensajes de apoyo a el-Asad e incluso suplantando la personalidad de los blog tras obtener sus datos personales.

Los ciudadanos que tenían contacto con los medios de comunicación extranjeros tampoco se libraron del acoso. El 3 de julio fue detenido Omar Al-Assad, colaborador de varias publicaciones, en especial del diario Jazeera, que fue encarcelado y torturado por haber estado en contacto con periodistas extranjeros.

Ante la ausencia de enviados internacionales, y teniendo en cuenta esta campaña de presión contra los testigos de dentro del país, acceder a información fiable sobre lo que ocurría en Siria se convirtió en una tarea casi imposible.
 
El 25 de agosto el caricaturista Ali Ferzat, crítico con Bachar el-Assad, fue secuestrado por los servicios de seguridad en el centro de Damasco. Le golpearon, le quemaron con cigarrillos y le rompieron la mano izquierda, la que usaba para dibujar. Horas más tarde le soltaron en la carretera del aeropuerto con una bolsa de plástico tapándole la cabeza.

Tres días después, el presidente Asad anunció una serie de reformas, con la intención de calmar a los manifestantes, y un decreto sobre los medios de comunicación, en el que llamaba a “respetar las libertades fundamentales presentes en la Declaración Universal de Derechos Humanos y de los convenios internacionales”. Algo completamente absurdo y carente de credibilidad teniendo en cuenta la actitud del régimen desde que comenzaron las protestas".

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