Siria e Israel

Uno de los aspectos menos abordados del conflicto sirio es el papel que juega Israel en una guerra civil en la que los actores regionales cada vez tienen un papel más relevante. Santiago Alba Rico aborda esta cuestión en su artículo "Siria e Israel: un matrimonio mal avenido", aparecido hace unos días en el semanal Diagonal .

"Israel, en efecto, se ha mostrado desde el principio muy cauto en Siria. Preocupado por las sacudidas populares en la región, sabe muy bien que cualquier alternativa a la dinastía Assad pone en peligro el statu quo tranquilizador de las últimas décadas. No son los chiflados trotskistas o los sospechosos rebeldes lo que así lo afirman. Efraim Halevy, exdirector del Mossad y del Consejo de Seguridad Nacional israelí, lo expresa con toda naturalidad en un reciente artículo cuyo título es ya muy elocuente: “El hombre de Israel en Damasco”.

Ese hombre es Bachar Al-Assad, el mejor enemigo posible, con el que se podían dilatar sine díe las negociaciones sobre el Golán y que mantenía seguras las fronteras. De las dos amenazas más temidas por Israel tras el comienzo de la revolución en Siria, la más peligrosa parece ya desdichadamente conjurada: una democracia soberana. A medida que ésta ha sido yugulada, la otra, en cambio, se antoja cada vez más presente: la de dos yihadismos –sunní y chií– que sólo comparten su rechazo visceral de la “entidad sionista”. Israel tiene mucho miedo de este caos efervescente de armas sin control y de fuerzas enemigas.

Todo parece indicar, en efecto, que sus ataques, más que buscar intervenir en la guerra civil siria, se han limitado a aprovechar la ocasión, a sabiendas de que no iba a recibir respuesta (o iba a provocar una respuesta que abriese realmente el juego hacia la pieza más codiciada: el programa nuclear iraní). Pero es evidente –y sin duda formaba parte de sus cálculos– que estos ataques tienen consecuencias en el frágil tablero geoestratégico de la región:

- El acuerdo entre Rusia y EE UU para celebrar a finales de mayo una conferencia sobre Siria que resucite la declaración de Ginebra para abordar enseguida negociaciones entre el régimen y la oposición sin condiciones previas. Se trata, sin duda, de una gran victoria de Rusia sobre EE UU que Abdelbari Atwan, el editorialista de Al-Quds-Al Arabi, nombraba de esta manera: “De las líneas rojas a la bandera blanca”.

- El anuncio de un nuevo suministro de misiles S-300 a Bachar Al-Assad por parte de Rusia, quien ahora, tras el ataque israelí, puede alegar “necesidades de defensa aérea”.

- Un cierto acuerdo tácito entre todos los actores exteriores de que el enemigo común es el frente Nusra “asociado” a Al-Qaeda.

- El refuerzo evidente y paradójico del régimen sirio, que ha visto aumentar su legitimidad y que hoy se siente mucho más seguro. La dictadura siria, “que se inclina ante el enemigo y se envalentona con su pueblo”, como diría Elias Khoury, ha recibido una palmadita reconfortante de su enemigo israelí. Los bombardeos israelíes hacen olvidar los bombardeos ininterrumpidos del régimen sobre su propia población.

- Las dificultades, por contra, de la oposición armada y política. Las firmes declaraciones del Ejército Libre de Siria, de la izquierda anti-régimen o de la Coordinadora para el Cambio no han impedido la criminalización de los opositores como “cómplices” de la agresión. Un sector del campo anti-imperialista árabe y europeo ha contribuido a esta criminalización, agravando una división que sólo conviene al Estado de Israel.

En un contexto tan volátil, traspasado por tantos intereses espurios y habitado por tantos locos y asesinos, no puede descartarse nada. Pero no parece que Israel, al menos directamente, vaya a jugar un papel relevante –salvo como pasivo beneficiario– en la agonía siria, cuya dolorosa complejidad no debería hacernos olvidar, sin embargo, los miles de hombres y mujeres torturados y asesinados por aspirar a la dignidad, la justicia y la democracia [...]".
 

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