Sobre la oposición siria

En su blog Un té en el bazar, el periodista Javier Martín publicaba hace unas semanas una extensa reflexión sobre la situación de la oposición en Siria bajo el título "El augurio (sirio) de Gordias". No es demasiado sencillo comprender las dinámicas de acción de las fuerzas opositoras, así que su lectura completa es altamente recomendable.

"Presionada desde el exterior, en particular por Turquía y Qatar, y amenazada de colapso, la todavía divergente oposicion siria abrió una nuevo pasillo de acción común en octubre de 2012. Reunidos en Doha, figuras religiosas como Muaz al-Khatib, antiguo Iman de la mezquita de los Omeyas, y laicos, como Suheir al-Atassi, conocida activista de los derechos humanos, fundaron la denominada Coalición Nacional Siria de Fuerzas Opositoras y Revolucionarias, el enésimo intento por forjar un frente único de lucha política y armada en el que aunar las diferentes voluntades y arrinconar ambiciones dispares.

Respaldada, en principio, por una comunidad internacional necesitada de un interlocutor fiable, en marzo de 2013 -y gracias, sobre todo a Arabia Saudí y a la creciente influencia de Qatar (y su dinero) en los asuntos regionales- asumió el puesto de Siria en la Liga Árabe, pese a que las diferencias eran aún evidentes. Incomodamente sentados, Al-Khatib, entonces dimisionario presidente de la Coalición Nacional, y Ghassan Hitto, recién nombrado jefe del futuro Gobierno provisional, trataban de dar una imagen de unidad que ocultara las discrepancias y aventara las suspicacias aparecidas tras apenas seis meses de vida. “Las posturas se han acercado, debemos reconocerlo, pero las raíces del conflicto aún permanecen casi inalteradas. Nadie ha conseguido aún reducir la desconfianza que existe entre todos los grupos“, explica el periodista.

En realidad, la Coalición Nacional ya había nacido condicionada, incapaz de arrinconar las discrepancias que erosionan a la oposición desde que en marzo de 2011 arrancaran las protestas y que se han acentuado en los últimos meses por la también errática (y competitiva) actividad de los gobiernos extranjeros. En junio de 2012, y tras una reunión en Ginebra, el grupo de Amigos del Pueblo Sirio emitió un comunicado, respaldado después por Rusia y China, en el que se instaba a dialogar con el régimen y a consensuar un gobierno de transición que condujera a una solución definitiva de la crisis. La nota abogaba por la inclusión de miembros del régimen que no hubieran cometido delitos de sangre, y que no estuvieran salpicados por la corrupción crónica, pero evitaba mencionar uno de los asuntos más polémicos: el futuro de Bachar al-Asad y su estirpe. Días después, durante una reunión en El Cairo, la oposición aceptó esta nueva vía, que incluía la formación de un gobierno y de un Parlamento que gestionaría los “asuntos nacionales” hasta la caída del dictador. Una vez consumada ésta, ambas instituciones se disolverían y convocarían una conferencia nacional que sería la que elegiría un nuevo gabinete hasta la celebración de elecciones.
La iniciativa se topó enseguida con la ferrea oposición del Consejo Nacional Sirio (SNC), temeroso de perder la influencia y el protagonismo adquirido como principal representante del pueblo sirio en el exterior. Los Hermanos Musulmanes y sus aliados preferían un gobierno provisional, de caracter puramente gestor, dedicado a administrar las zonas liberadas, sin participación del antiguo régimen y desvinculado de la vía política. La presión de Qatar, Turquía y en menor medida de Francia consiguió, sin embargo, que el 7 de octubre de 2012, cuatro días antes de la creación de la nueva Coalición Nacional, el SNC cambiara de estratagema y decidiera incorporarse a la nueva iniciativa. Para esa fecha, ya había conseguido forzar un nuevo acuerdo con su antiguo socio, el Bloque Nacional, para volver a ser la fuerza dominante. Aunque aceptó, en principio, la formación de un gobierno de transición, exigió varias condiciones que le fueron parcialmente concedidas: reconocimiento internacional para ese gobierno incluso antes de ser formado, los asientos de Siria en la Liga Árabe y la ONU y la gestión de los multimillonarios fondos de ayuda prometidos: 145 millones de dólares de los cerca de 3.000 que según Al-Khatib se necesitarían para llevar a buen término la revolución. De ellos, 500 millones serían solo para la formación de ese ente ejecutivo, según el presidente del SNC, George Sabra.

En marzo de 2013, la ascendencia del SNC en la nueva organización era ya evidente. Con el apoyo del Bloque Nacional, impuso la elección de Ghassan Hitto como primer ministro provisional, arrinconando la opción de un ejecutivo de transición que todavía defienden Al-Kahtib y una minoria de miembros. La designación supuso una nueva fractura, la enésima. En protesta por la actitud de los islamistas y sus aliados, una docena de miembros de la nueva Asamblea General abandonaron la Coalición Nacional y se integraron en un grupo de más de medio centenar de intelectuales y politicos que exigen una plataforma más equilibrada en la que tengan mayor cabida grupos minoritarios y asociaciones que trabajan en el terreno.

Críticos con la supremacia del SNC y el Bloque Nacional -entre ambos sumaban 35 de los 49 miembros de la Asamblea que eligió a Hitto- exigen la inclusión de otros 25 para reflejar mejor las diversas tendencias, demanda que aún no ha sido escuchada. “El reconocimiento es un importante logro diplomático. Pero será efímero si la Coalición Nacional y su gobierno provisional no puede poner en práctica rápidamente una administración eficaz, servicios básicos y seguridad en las áreas liberadas”, donde “hace frente a la anarquía armada en muchas zonas, a la fragmentación de los consejos civiles y los grupos rebeldes, al constante incremento del número de refugiados y desplazados, y a la competencia de las alianzas islamistas rebeldes, que son más coherentes y cada vez más activas a la hora de establecer gobiernos locales”, advierte Yasid Sayigh".

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