A la espera de la IIIª Intifada

Parece evidente que las negociaciones de paz israelo-palestinas están condenadas al fracaso ante la nula voluntad negociadora del Gobierno de Netanyahu. Ante el impasse del proceso de paz, la periodista israelí Amira Hass, corresponsal del diario Haaretz en los Territorios Ocupados, se pregunta cuándo comenzará la tercera intifada. El texto ha sido traducido por Germán Leyens para Rebelión.
 
"La tercera Intifada será desencadenada por el soldado que mate a otro niño, por el fiscal militar que una vez más decida que el asesinato se ajustó a las reglas, por el burócrata que firme la orden de demoler una casa, por el comandante de brigada que siga contemplando cómo los colonos golpean a pastores, por el juez que prolonga la detención de otro manifestante, por el colono que patee a una joven. Uno de ellos –un representante leal de la sociedad israelí y su Gobierno– será una vez más la gota que desborde el vaso. Una de esas violentas acciones que ellos y decenas de miles de israelíes más cometen cada día de un modo habitual, entre preparar el emparedado para el niño, el post en Facebook o la plegaria en la sinagoga, prenderá el incendio.
Los niños del campo de refugiados Jalazun no decían la verdad cuando primero dijeron a los periodistas y a los investigadores de B’Tselem y la Cruz Roja que no hubo lanzamiento de piedras antes de que los soldados dispararan matando a su amigo Wajih al-Ramahi. Es como se protegen contra la mentira generalizada, dominante, vindicativa, de que ellos son los violentos. Los adultos se preguntan en lo profundo de sus corazones si sus hijos deberían poner en juego sus vidas a fin de recordar al invasor armado que no es un invitado; si es tarea de los niños recordar a los que viajan en coches oficiales en Ramala que no son gobernantes de un país independiente.
Rahami, que en enero de 2014 habría cumplido 16 años, puede haber participado en lanzamientos de piedras el sábado por la tarde, o puede haber estado observando. Los niños que lanzaban piedras estaban por lo menos a 150 metros de un puesto de observación y posición de fuego militar y de soldados de infantería, y tal vez a 200 metros de las casas más cercanas en Beit-El. Los soldados no corrían peligro a esa distancia, ni tampoco los colonos. La bala mortal disparada por un soldado del ejército israelí alcanzó a Wajih en la espalda. El nombre del soldado permanecerá oculto en el sistema de justicia militar y por las convenciones periodísticas israelíes, que dictan que el nombre de cualquier palestino se mencione rápidamente mientras la identidad de los soldados sigue protegida.
El soldado disparó mientras el niño (mencionado en Israel como un “joven” porque es palestino) escapaba porque los soldados ya habían comenzado a disparar. Ni siquiera se dieron la molestia de usar gas lacrimógeno.
Lo más importante que sabemos es que el lanzamiento de piedras comenzó después de la aparición de los soldados, y esto proviene de fuentes militares. Dijeron que “un escuadrón del Batallón Tzabar de la Brigada Givati se desplegó en una emboscada para detener a los lanzadores de piedras. Durante la actividad [los palestinos] comenzaron a lanzar piedras al escuadrón y a los israelíes en la zona. Según el informe, el comandante del escuadrón inició el procedimiento para arrestar a un sospechoso y solo se disparó al aire”.
¡Qué típico! Es lo que los soldados del ejército israelí han estado haciendo durante 47 años y todavía no les basta: Disparan balas al aire que matan niños y juegan en provocaciones para aliviar el aburrimiento, apareciendo cerca de un vecindario civil vestidos con sus uniformes, con sus arrogantes fusiles y jeeps, y dicen que se trata de seguridad. Luego vuelven al próspero y acogedor asentamiento colonial. La madre de todas las provocaciones.
El soldado que disparó puede que no sepa que la familia de Wajih ha estado luchando contra la violencia israelí durante años. Sus hijos son activistas de Fatah que antes de “Oslo” pasaron años en prisiones israelíes y como castigo dos de sus casas fueron demolidas y dos fueron selladas. En la década pasada dos de sus hijos (de 14 y 21 años) han sido asesinados por fuego del ejército israelí. Tres de sus hijos, incluyendo uno de los hermanos de Wajih, se encuentran encarcelados en Israel.
El soldado puede que tampoco supiera, y obviamente no le interesa saberlo, que la familia Al-Ramahi es originaria de la aldea de Muzayri'ah, cerca de Lydd, una de las 36 aldeas destruidas por Israel después de la guerra de 1948, cuyos refugiados viven ahora en Jalazun. En 1994 la familia de Wajih apoyó los Acuerdos de Oslo y la “paz” se convirtió en parte de la espina dorsal de la Autoridad Palestina.
Las caras impávidas, sin lágrimas, de la familia Al-Ramahi, decían que sabían perfectamente que con semejantes soldados y semejante Gobierno que los doblega, habrá más tragedias, opresión y luchas en el futuro".

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