Egipto profundo

Foto: Javier Menéndez Bonilla

Un compañero de la universidad me recomienda encarecidamente el trabajo del fotógrafo Javier Menéndez Bonilla sobre las cofradías sufíes egipcias. Acaba de recopilar parte de su material en el libro "Egyptians". Este fotógrafo amateur ha trabajado cuatro años en la delegación de la Unión Europea en El Cairo como responsable de programas sociales y culturales. Francisco Carrión le entrevistó hace unos días en El Mundo.
 
"Estaba dando una vuelta por El Cairo islámico con un amigo egipcio y coincidimos con la llegada de distintas 'tariqas' (ordenes sufíes) que se acercaban con banderas, pancartas y música a la explanada de Al Husein para saludar al imán de la mezquita de Al Azhar... Ahí comenzó un viaje de más de dos años. Dediqué mis ratos libres a ir descubriendo estas fascinantes celebraciones por todo Egipto". "Hay cientos en todos el país. Prácticamente cada pueblo tiene el suyo y en las grandes ciudades como El Cairo hay muchos...Algunos mulid congregan a docenas, incluso centenares de miles de personas que vienen de todo el país. En su mayoría, son gente pobre que acampa literalmente y durante días en medio de las calles"."Mucha gente no lo sabe pero existen mulid coptos [la minoría cristiana copta representa el 10 por ciento de la población egipcia] e incluso hay un mulid judío en el Delta del Nilo", precisa Javier.
 
La ruta que siguió parte de la ciudad industrial de Tanta, en el norte, y concluye en la sureña Luxor, a unos metros del pilón que flanquea el templo faraónico varado en mitad del callejero urbano. Allí, la festividad de Abu el Hagag desempolva cada años una costumbre del Antiguo Egipto: los vecinos sacan en procesión barcas desde la mezquita construida intramuros del templo. Puestos a elegir, el español escoge el mulid de Abu Hasan el Shazli, en pleno desierto y a mitad de camino de Qena (en el valle del Nilo) y Al Qoseir (a orillas del Mar Rojo). "La historia de este jeque, fundador de la orden sufí que lleva su nombre e inspira a todas las demás órdenes de Egipto, es bien interesante", arguye. Nacido en Marruecos, viajó de Túnez a Irak. Y, camino a la Meca, la muerte lo encontró en Egipto. "Pidió ser enterrado donde ninguna persona hubiese pecado. Y ese lugar fue el desierto donde falleció. Desde entonces, hace siete siglos, su tumba es visitada anualmente por decenas de miles de personas que viajan hasta allí a pesar de lo remoto del lugar, en medio de uno de los desiertos más áridos de la tierra".
 
Tan peculiares ritos, escandalosos para los pacatos ultraconservadores y vergonzantes para la élite occidentalizada, atraviesan tiempos difíciles. "Desgraciadamente no son bien vistos por los islamistas más rigoristas, que lo consideran una desviación de la ortodoxia, ni por gran parte de la clase media y alta, que piensan que no da buena imagen del Egipto 'moderno' y representa una tradición campesina que hay que abandonar", explica el fotógrafo. "Son enormemente populares pero sobreviven en la marginación. El simple hecho de intentar averiguar la fecha exacta (siguen el calendario lunar) era una tarea casi imposible", rememora. A su juicio, los mulid (establecidos en el siglo XII por la dinastía fatimí, de credo chií) encierran "la verdadera alma" del país árabe. Entre las coloridas telas de las carpas y los chillones gorros de cartón que se calan los más pequeños, se extiende una prórroga. Una ínfima tregua a la mísera existencia de millones de egipcios".
 

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