La deriva siria

Aprovechando el segundo aniversario de la guerra siria he escrito este artículo para el diario El Correo y el grupo Vocento, que debería haberse publicado durante estos días.

La crisis siria se convertido en una madeja difícil de desenmarañar. A la lucha sin cuartel que el régimen de Bachar al-Asad mantiene con los rebeldes sirios se unen las intrigas de las potencias regionales, que intervienen directa o  indirectamente en la escena siria dificultando, todavía más, la resolución del conflicto. Mientras el tiempo pasa, la situación humanitaria no ha dejado de deteriorarse. El número de víctimas ya supera las 70.000, los refugiados en los países del entorno han rebasado la cifra del millón y los desplazados internos que han tenido que abandonar sus hogares sobrepasan los cuatro millones de personas.

El régimen se encuentra malherido y Asad, en árabe 'león', da sus últimos zarpazos en un ejercicio de violencia gratuita que tan sólo conseguirá prolongar por algún tiempo más su agonía. De hecho, el régimen ha subcontratado la represión de la revuelta a los 'shabiha', los escuadrones de la muerte que han perpetrado numerosas matanzas en poblaciones afines a los rebeldes, y otras fuerzas paramilitares. Además ha recurrido, de manera sistemática, a su artillería pesada para bombardear las aldeas y ciudades liberadas por los rebeldes, provocando una elevada mortandad entre la población civil.

La oposición, por su parte, sigue pecando de división, como muestra la reciente dimisión de Muad al-Jatib, líder de la Coalición Nacional, y las críticas generalizadas a la elección del desconocido Gassan Hitto al frente de un gobierno de transición. El Ejército Sirio Libre no habla con una sola voz ni dispone de una estrategia compartida como ha dejado patente la actual 'guerra de las ciudades'. Diferentes fuentes cifran en mil las unidades militares rebeldes, cada una librando su propia guerra por su propia cuenta.

Por si fuera poco, se ha experimentado, durante el último año, una peligrosa deriva con la infiltración de cientos de combatientes islamistas provenientes del mundo árabe que vienen hacer su propia 'yihad' contra el régimen sirio, tachado de apóstata por estar dirigido por la minoría 'herética' alawí.
      
La comunidad internacional sigue, mientras el país se hunde en el abismo, deshojando la margarita. Por una parte dice apoyar a la oposición siria, pero por  otra mantiene el embargo armamentístico que impide que se rearme y, por lo tanto, mantiene la superioridad de un régimen que es generosamente abastecido por Rusia e Irán. EEUU, y la UE a su rebufo, mantienen su negativa a proporcionar armamento sofisticado a los rebeldes por temor a que caiga en manos de los grupos yihadistas, circunstancia que perpetúa la asimetría en el frente de batalla.

Así las cosas no debe extrañarnos que, en el trascurso de los últimos meses, la crisis siria haya traspasado sus fronteras contagiándose a los países del entorno.  Turquía, Israel, Líbano, Irak y Jordania han contemplado frecuentes escaramuzas en sus fronteras con Siria, con el bombardeo de las zonas aledañas y la caída de proyectiles sobre sus territorios. Esta peligrosa dinámica podría conducir a un nuevo enfrentamiento bélico en una zona de elevado valor geoestratégico.

La posibilidad de que la guerra civil siria se transforme gradualmente en una guerra sectaria no debería descartarse por completo en el caso de que la guerra se enquiste y la herida se gangrene. Una 'libanización' de Siria sería posible en el caso de las potencias regionales directamente implicadas en el conflicto, especialmente Arabia Saudí e Irán, no alcancen un compromiso satisfactorio para  sus respectivos intereses. También Israel podría estar interesado en un caos relativamente controlado en el que ha sido, durante las últimas décadas, el principal escollo para su hegemonía regional, entre otras cosas porque le permitiría emplearlo como cortina de humo ante eventuales presiones internacionales para una reanudación del proceso de paz con los  palestinos, algo que, hoy por hoy, parecen no tener entre las prioridades de su agenda.

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