El factor humanitario en las revueltas árabes

Víctor de Currea-Lugo publicaba hace unos días este artículo en el diario colombiano El Espectador titulado "Lo humanitario en las revueltas":

"Las revueltas en el mundo árabe no son un tsunami, son acciones hechas por seres humanos, pero que no por ello dejan de producir una lista creciente de necesidades entre la población civil.

Muchas de las necesidades provienen de la logística misma de las protestas. En la tarea de mantener lo indispensable para el triunfo de la revuelta en Egipto, hubo, entre otros muchos, dos actores a destacar: las mujeres y los musulmanes, pero ambos por razones diferentes.

Los Hermanos Musulmanes no creían en las protestas, tenían cierta complacencia del Estado para desarrollar programas sociales que garantizaran su base social. Así que cuando surgieron se sumaron tarde al tren, pero de manera eficiente, poniendo parte de sus recursos al servicio de las manifestaciones para ganar legitimidad.

En el caso de las mujeres, ellas, desde el comienzo, se encargaron de esos detalles que no preocupan a los grandes “oradores”: desde el arreglo de las tiendas en la plaza hasta el aprovisionamiento de agua y comida. Otra cosa es lo que pasa con ellas en lo político: cuando decidieron hacer su propia marcha, el 8 de marzo, con sus propias reivindicaciones fueron rechazadas, incluso por muchos de sus compañeros de revuelta.

En el caso de Libia, la logística de la guerra es la prioridad. Los vehículos que van al frente se van dotados de comida suficiente y el combustible lo toman gratis, por razón de su causa. Pero la población civil está desprotegida. El problema es que nadie sabe exactamente las necesidades humanitarias que hay en Libia, todo son especulaciones. Ha habido tres evaluaciones humanitarias, pero los datos no son concluyentes. Ahora mismo, la situación parece controlada, el problema es qué pasara en uno o dos meses, cuando las reservas disponibles se acaben.

Es llamativo que el gran número de personas que ha salido de Libia no sea un éxodo principalmente de refugiados libios, porque no se trata de ellos sino de tunecinos, egipcios, gente de Bangladesh y de países de África subsahariana que, ante la crisis, no tuvieron más camino que volver a casa (el 70%). Muchos de ellos, llegaron a Egipto donde la logística oficial ya tenía listas las embarcaciones de repatriación en cosa de horas, a un ritmo de 500 personas por día. Europa también ha presionado para que no se queden en el norte de África por miedo a que lleguen a sus costas.

En Libia está más o menos atendida la región oriental (Cyrenaica), pero no los civiles en el frente de guerra ni mucho menos las ciudades occidentales. En días pasados, Naciones Unidas negoció con Gadafi el establecimiento de un corredor humanitario, pero con la condición de que no se llamara así sino “corredor de abastecimiento”

Las Naciones Unidas tratan de organizar la ayuda, pero para la población civil no hay diferencia entre un “casco azul” de la ONU que bombardea posiciones de Gadafi y otro de “chaleco azul” que reparte ayuda humanitaria. Si los rebeldes no ven la diferencia, ¿por qué la tendrían que ver los hombres de Gadafi? El problema de esa confusión es que el riesgo de ataques contra humanitarios aumenta, especialmente luego de la muerte de un hijo del líder libio.

En Siria se teme lo peor, pero el cierre del país y la falta de información, hace que no se sepa exactamente cuál es la situación de la población civil, especialmente en las ciudades donde han sucedido las manifestaciones y que ahora han sido atacadas por el ejército. Y así se tuviera la información, se teme que el gobierno sirio no abra sus puertas a agencias humanitarias internacionales. Algunos han cruzado ya la frontera hacia Líbano y Jordania, pero el gobierno jordano lo niega. La gente prefiere irse a Líbano, tanto por vínculos familiares como por el hecho de que en partes de la frontera con Jordania hay minas antipersonal. En caso de una salida masiva, Líbano no tendría la capacidad de atender tanta gente. Aparte de Libia, en ninguno de los otros países se puede hablar de aplicar las normas de la guerra porque no hay tales acontecimientos sino tensiones internas, contexto en el que las normas internacionales son poco claras.

Hay otras tareas que, discutibles, puede y debe jugar la comunidad internacional: en el caso de Libia está la acción de las Naciones Unidas y la propuesta de la Unión Africana, y de Yemen, la propuesta de los países del Consejo de Cooperación del Golfo. Lo mejor que pueden hacer es no volver la protesta social “un problema humanitario”.

Lo importante es entender que si la crisis es política, de derechos, de libertades, la respuesta no puede darse pensando en hambrunas ni en epidemias. Por eso, el debate humanitario no es de asistencia sino de protección, de cómo garantizar la llamada “Responsabilidad de Proteger” (R2P) y si ella es algo mandatario en la situación política actual o es una excusa para la ingerencia. Si arrecia una crisis como la de Libia en Bahréin, ¿los Estados Unidos y Europa actuarían de la misma manera? Si la respuesta es no, la llamada R2P fracasa de nuevo
".

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