Israel tras la Primavera Árabe

Akkar-Ideas publica, en su número 31 recién publicado, un interesante artículo de Joel Beinin, titulado "Palestina, Israel y Egipto tras la Primavera Árabe". A continuación la parte dedicada a Israel:

"La Primavera Árabe puede tener un impacto sorprendente, aunque indirecto, sobre la política israelí. El 14 de julio, un gran número de jóvenes israelíes acamparon a lo largo del bulevar Rothschild, la calle más moderna del centro de Tel Aviv, para protestar por el elevado coste de la vivienda. Los precios son un 20% más altos que hace un año. Un piso pequeño en Tel Aviv está muy lejos del alcance de la mayoría de los jóvenes y los alquileres son desorbitados. El campamento en el bulevar Rothschild disparó la imaginación de los jóvenes israelíes. En los días siguientes se produjeron acciones parecidas en más de media docena de ciudades, desde Kiriat Shmona, en el Norte, hasta Beersheba, en el Sur.  

El 23 de julio, decenas de miles de personas participaron en una marcha de antorchas muy combativa en Tel Aviv. Los manifestantes coreaban: “Viviendas decentes, precios razonables”, “El poder para los ciudadanos” y “Esta generación exige viviendas”. Algunos pedían la dimisión del primer ministro Netanyahu. Eran exigencias parecidas a las planteadas por los árabes a sus líderes durante 2011. En los días siguientes se produjeron manifestaciones y sentadas exigiendo “justicia social” –una consigna destacada en la plaza Tahrir de El Cairo– en Jerusalén y otras ciudades.

Durante la primera semana de las protestas, uno de los manifestantes del bulevar Rothschild le dijo a un periodista de la radio israelí Channel 2: “Tenemos que hacer lo que hicieron en Egipto. Yalla, tahrir, yihad”. El hecho de que un israelí de clase media sugiriera, aunque solo fuera un exceso retórico, que este movimiento tenía algo que aprender de un fenómeno político árabe resulta asombroso y no tiene precedentes, por no hablar del uso de la palabra extremadamente provocadora, yihad.
La plaza Tahrir lleva ocupada desde el 8 de julio y el bulevar Rothschild desde el 14 de julio. Los manifestantes de ambas ciudades tienen algo en común, aunque normalmente queda eclipsado por el conflicto árabe-israelí. En Egipto, al igual que en Marruecos, Túnez y Jordania, la Primavera Árabe es en parte una rebelión contra el modelo de desarrollo neoliberal, aunque rara vez se nombra. De forma parecida, la crisis de la vivienda en Israel es un síntoma de las políticas neoliberales, especialmente la bajada del tipo de interés: ha pasado del 4% en agosto de 2008 al 0,5% en el periodo de abril a agosto de 2009 como respuesta a la recesión económica causada por la crisis financiera mundial. La falta de regulación y el recorte de los tipos de interés para fomentar la inversión –típicas políticas neoliberales– produjeron una burbuja especulativa. 

Todos los gobiernos israelíes desde 1985, el régimen de Mubarak desde 1991 y la ANP desde 2007, han adoptado políticas económicas neoliberales promovidas por EE?UU, el FMI y el BM. Egipto e Israel se consideran un éxito según los criterios neoliberales. Sus economías, así como la de Cisjordania, han experimentado un crecimiento considerable desde mediados de la década de 2000. 

Pero el crecimiento no ha reducido significativamente un índice de pobreza que alcanza el 20% en Egipto y el 25% en Palestina (18,3% en Cisjordania y 38% en Gaza), ni ha moderado la brecha cada vez mayor que separa a los más ricos de los más pobres. La pobreza en Egipto y Palestina no es una novedad. Pero es menos conocido que en Israel más de un tercio de la mano de obra gana el salario mínimo, 4.100 shekels (unos 833 euros) al mes, y cerca de una cuarta parte de la población (en su mayoría ciudadanos árabes y judíos ultra-ortodoxos) vive por debajo del umbral de pobreza. El 40% de los pobres tienen un empleo.

Al igual que en EEUU, capital del neoliberalismo, en Egipto, Israel y los Territorios Palestinos Ocupados la riqueza se encuentra muy concentrada. Según las estadísticas más recientes del CIA World Factbook , el índice Gini de desigualdad (en una escala de 0 a 100, cuanto mayor es el número, mayor es la desigualdad) era de 45,2 en EEUU, 39,2 en Israel y 34,4 en Egipto.

Los ingresos medios del 10% de la población más rica de EEUU son 15,9 veces los del 10% más pobre, 13,4 en Israel y ocho en Egipto. No hay estadísticas disponibles para Palestina desde que Fayad adoptara la estrategia neoliberal. Pero Ramala exhibe descaradamente una concentración de inversiones de capital de lujo que no tiene parangón en ningún otro lugar de Cisjordania o Gaza. En Egipto hay menos desigualdad que las otras “estrellas” regionales árabes del FMI, Jordania, Túnez y Marruecos. EE?UU e Israel se encuentran entre las economías capitalistas desarrolladas con más desigualdad. 

Por desgracia, los orígenes comunes de su grave situación económica no unirán a los pueblos de Israel, Egipto y Palestina. La mayoría de los egipcios rechazan la idea de que tienen algo en común con los israelíes. Puede que, aunque se muestren reacios a admitirlo, la gran mayoría de los israelíes que ocupa el bulevar Rothschild sepa que el excesivo coste del proyecto de los asentamientos subvencionado por el gobierno en Cisjordania y Jerusalén Este agrava sus problemas económicos. Y no se plantearon la posibilidad de pedir una disminución del presupuesto militar porque, como muchos israelíes, creen que su existencia se encuentra eternamente amenazada. Por consiguiente, puede pasar mucho tiempo antes de que convenzan u obliguen a un número significativo de israelíes a abandonar su proyecto de asentamiento colonial y compartan la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo con los palestinos sobre una base de igualdad. Es más probable que los palestinos, especialmente los ciudadanos árabes que constituyen el 20% de la población israelí, se den cuenta de que su futuro está vinculado al de los judíos israelíes, cualquiera que sea la forma política que éste pueda adoptar". 

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