Beduinos del Neguev

Rebelión publica este artículo "La reubicación forzada acaba siendo 'voluntaria'" del activista israelí Neve Gordon, inicialmente aparecido en CounterPunch y traducido del inglés por Germán Leyens. Reproducimos sus primeros fragmentos.

“No sucede todos los días que un gobierno decida reubicar a casi el 0,5% de su población en un programa de urbanización forzada”, afirmó Rawia Aburabia y agregó que “es precisamente lo que Prawer quiere hacer”. 

La reunión que intentaba coordinar varias acciones contra el Plan Prawer acababa de terminar, y Rawia, una franca dirigente beduina quien trabaja para la Asociación por los Derechos Civiles en Israel, estaba claramente molesta. Se daba cuenta de que la posibilidad de cambiar el curso de los eventos era extremadamente improbable y que, finalmente, el gobierno desarraigaría a 30.000 beduinos del Néguev y los colocaría en poblados segregados. Eso llevaría al final de su modo de vida rural y terminaría por privarlos de su sustento y de sus derechos a las tierras. 

La cólera de Rawia se dirigía a Ehud Prawer, director de la División de Política de Planificación de la oficina del primer ministro Binyamin Netanyahu. Prawer se hizo cargo de esa responsabilidad después de servir como vicedirector del Consejo Nacional de Seguridad de Israel. Su mandato es implementar las decisiones del Comité Goldberg para la Configuración de Asentamientos Árabes en el Néguev, ofreciendo una “solución concreta” al problema de 45 aldeas beduinas no reconocidas en la región. 

Se estima que 70.000 personas viven actualmente en esas aldeas, a las que se prohíbe por ley que conecten alguna de sus casas a la red eléctrica, o que tengan sistemas de agua o alcantarillado. También se imponen duras regulaciones de construcción y solo en el año pasado fueron demolidos 1.000 viviendas beduinas y corrales para animales, lo que usualmente el gobierno describe como “estructuras”. No hay calles pavimentadas en esas aldeas y es ilegal colocar señales cerca de las carreteras mostrando su ubicación. El uso de un mapa tampoco ayuda, ya que ninguna de esas aldeas está marcada. Geográficamente, por lo menos, esos ciudadanos de Israel no existen. 

Historia
La relación del Estado con los beduinos ha sido complicada desde el comienzo. Antes del establecimiento del Estado de Israel, cerca de 70.000 beduinos vivían en el Néguev. Sin embargo, solo unos 12.000 se quedaron después de la guerra de 1948, mientras el resto huyó o fue expulsado hacia Jordania y Egipto.
Siguiendo las directivas del primer primer ministro de Israel, David Ben-Gurion, muchos de los beduinos restantes fueron desarraigados de las tierras que habían habitado durante generaciones y concentrados en el área desértica, en la mayor parte de los casos en la parte nororiental del Néguev conocida como la zona Siyag (cercada). El área incluye un millón de dunam [1 dunam = 1.000 metros cuadrados], o sea poco menos de un 10 por ciento del territorio del Néguev. Mediante este proceso de reubicación forzada, las tierras más cultivables del Néguev fueron limpiadas de residentes árabes y entregadas a nuevos kibbutzim y moshavim, comunidades agrícolas judías, que aprovecharon integralmente su suelo fértil.

Después de su reubicación y hasta 1966, los ciudadanos beduinos de Israel fueron sometidos a un duro régimen militar; sus movimientos fueron restringidos y se les negaron derechos políticos, sociales y económicos básicos. Pero incluso en el régimen postmilitar de fines de los años sesenta, muchos responsables políticos israelíes todavía consideraron que los beduinos que vivían dentro del Siyag eran una amenaza y ocupaban demasiadas tierras, por lo tanto, a pesar de la reubicación que había sido realizada en los años cincuenta, el Estado decidió encontrar una solución mejor del “problema beduino”.

El plan era concentrar a la población beduina dentro de espacios semi-urbanos que finalmente incluirían sólo un ínfimo porcentaje de sus tierras tribales originales. Durante varios años, funcionarios gubernamentales se reunieron con jeques beduinos y llegaron a acuerdos con muchos de ellos. En un proceso gradual, que duró unos 20 años, se crearon siete poblaciones, Tel-Sheva, Rahat, Segev Shalom, Kusaife, Lqya, Hura y Ar’ara.

En algunos casos, los beduinos ya vivían en el sitio en el que fue construida la ciudad, pero la gran mayoría fueron reubicados una vez más y llevados a esas localidades solo para beduinos. Algunos lo hicieron por su propia voluntad, otros fueron obligados. El precio que las familias tuvieron que pagar por su propio desplazamiento fue considerable: renunciar al derecho a grandes porciones de sus tierras y a su modo de vida rural.

Durante muchos años después del establecimiento de cada población no se permitió que los residentes beduinos realizaran elecciones democráticas y sus municipalidades fueron dirigidas por funcionarios judíos del Ministerio del Interior. Las poblaciones fueron también convertidas en localidades superpobladas, con una infraestructura dilapidada y apenas oportunidades de empleo. Actualmente los siete poblados, que albergan a unas 135.000 personas, ocupan el sitio más bajo en una escala socioeconómica israelí de uno (lo más bajo) a diez (lo más alto), y se caracterizan por alto desempleo, altas tasas de natalidad e instituciones educativas de tercera clase.

Después de años de indecisión, el gobierno nombró a Prawer para tratar, una vez más, de resolver el “problema beduino” de una vez por todas. Su mandato es reubicar a los beduinos que no han estado dispuestos a transferir sus derechos de propiedad y permanecen en aldeas no reconocidas. La justificación del gobierno para no reconocer esas aldeas es que son relativamente pequeñas (van de unos cientos a varios miles de personas) y están esparcidas en una gran área, todo lo cual dificulta, desde el punto de vista del gobierno, que se les suministre una infraestructura satisfactoria. En nombre de la modernidad, por lo tanto, el gobierno quiere concentrar a los beduinos en una cantidad pequeña de poblados [...]".

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