Perspectivas de la primavera árabe

El último número de la revista Afkar / Ideas nos ofrece una entrevista con el periodista libanés Saad Kiwan en torno a los resultados de la Primavera Árabe a un año vista. La entrevista, realizada por Lorenzo Trombetta y titulada "Perspectivas de la Primavera Árabe", hace un balance positivo.

"Kiwan, 57 años, es originario de la región costera de Batrun, pero pronto se trasladó a Beirut antes de dejar el país. Pertenece, al menos formalmente, a la comunidad cristiano-maronita libanesa. Después de estudiar en Bélgica, se trasladó a Italia, donde trabajó como periodista. Tras el final de la guerra civil libanesa (1975-1990), a mediados de los años noventa, regresó con su familia a Beirut. Aquí, desde hace más de 20 años, primero como periodista en el diario Al Safir y luego en SKeyes, el centro de la Fundación Samir Kassir para la Defensa de la libertad de prensa y de la cultura, libra su batalla a favor de un modelo alternativo al confesionalismo político, dominante en el país del Cedro, que se base en la afirmación del principio de ciudadanía (al muwatana).

afkar/ideas:  En la expresión “primavera árabe” se subraya un carácter pasajero, estacional, de este fenómeno. ¿Es así?
saad kiwan: Ciertamente no. Se trata de un fenómeno de amplísimo alcance, también en términos temporales. Un fenómeno que sorprendió a todos, incluso a los propios protagonistas de las distintas realidades árabes, un fenómeno sin precedentes en la historia moderna y contemporánea no solo del mundo árabe, sino de todo Oriente. Es como una enorme roca que se lanza a un lago, similar a un estanque que durante cientos de años ha estado dominado por el inmovilismo. Y la época de los regímenes poscoloniales, de los que está intentado con tanto esfuerzo liberarse, es solo el último acto de esta larga noche del mundo árabe.
a/i:  ¿Cuál es, en su opinión, el desafío al que se enfrentan los revolucionarios árabes?
s.k.: El desafío más complejo será el de la revolución confesional, que separe la religión de la administración de la cosa pública. Sin esta reforma radical, los procesos de cambio en curso en los diversos países árabes peligran de quedar incompletos, y los objetivos fijados –el anclaje en el Estado de derecho y el Estado civil (dawla madaniya)– no se podrán lograr.

a/i: ¿Y si tuviera que esbozar un primer balance provisional?
s.k.: El resultado más importante hasta ahora es el derrumbamiento del muro del miedo y del silencio, que durante décadas pesó como una losa en la sociedad árabe. Otro muro de Berlín, no material, muy presente en la conciencia de muchísimos árabes, se ha disuelto. Ahora expresar la propia opinión de forma pública se considera un derecho inalienable. Igual que protestar abiertamente y dar voz al propio malestar se considera un derecho indiscutible. Por fin se puede gritar contra el orden constituido, el nizam. Unas conquistas que desde Europa se pueden dar por descontado, pero que en las sociedades árabes no lo son en absoluto tras décadas de dominación de regímenes despóticos.
a/i:  ¿Cómo han reaccionado y están reaccionando los poderes constituidos?
s.k.: Algunos, como en Túnez, Egipto, Siria, Yemen, Bahréin y Libia, han escogido la vía de la represión en grados distintos. Otros enseguida se precipitaron en la búsqueda de remedios, intentando dar la impresión de que habían comprendido el malestar de los súbditos. Pero lo que ha cambiado es la relación entre gobernantes y gobernados. Los primeros saben que ya no pueden actuar impunemente contra su propio pueblo. Saben que deben rendir cuentas de sus acciones y ahora tienen miedo de las reacciones de las masas. A diferencia de antes, cuando el déspota se comportaba considerando la cosa pública algo de su exclusiva propiedad, seguro de no tener que responder de sus decisiones.
a/i:  En concreto, ¿en qué países los gobernantes se han apresurado en buscar remedios y cómo han logrado gestionar las contestaciones populares?
s.k.: Marruecos, Jordania y Arabia Saudí entran en esta categoría. No es casual que se trate de tres monarquías y no de repúblicas hereditarias, aunque las analogías se quedan aquí, porque cada país ofrece unas especificidades que hacen que cualquier generalización resulte forzada.
a/i: : En Jordania las protestas asumieron en un primer momento una dimensión radical. Y en Amán aparecieron milicias irregulares leales similares a las que se vieron en acción en El Cairo. ¿Qué sucedió después?
s.k.: El reino hachemí busca con esfuerzo y de forma gradual responder a las demandas más urgentes de algunos sectores de la población que hasta ahora habían quedado al margen de los beneficios del poder. Como en otros escenarios árabes, las reivindicaciones de la plaza jordana en la primavera de 2011 se dirigían contra la corrupción, a favor de la justicia y la transparencia y de unas reformas políticas radicales. Pero nadie ha puesto en duda verdaderamente la autoridad del rey. Nadie ha cuestionado el orden constituido, la monarquía. El motivo es que aunque el movimiento de contestación en Jordania siga existiendo, se ve limitado por una serie de factores internos y externos.

a/i:  ¿A qué se refiere?
s.k.: La sociedad jordana es esencialmente beduina. Por ello es muy fiel al jefe, en este caso el rey. Está compuesta también por importantes minorías étnicas –circasianos, turcomanos– que tradicionalmente son fieles al soberano. Otro factor de limitación y no de impulso es el factor palestino: los jordanos de origen palestino constituyen la mayoría numérica de la población. También ellos ven en la monarquía una garantía de su statu quo, privilegiado en muchos aspectos respecto a los palestinos de Cisjordania, Gaza o de los palestinos de los campos de refugiados en otros países árabes. No olvidemos que Jordania es un Estado frágil, interna y regionalmente. El rey supone una garantía frente a esta debilidad intrínseca en la naturaleza misma de una monarquía confeccionada en torno a la familia hachemí, originaria del Hiyaz, en la actual Arabia Saudí. El que pone en cuestión la monarquía pone en cuestión  todo el Estado: los beduinos se aferran a esta seguridad temerosos de los palestinos y viceversa, en un clima de desconfianza que acaba reforzando al rey [...]".

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