De nuevo abordamos el triunfo de Mohamad Mursi en las elecciones presidenciales egipcias. El boletín de Al-Fanar publica este texto de George Shamaán titulado "La victoria de Mursi, ¿a la espera de una nueva fase de combate?".

"La polarización entre las fuerzas políticas y la institución militar ha calado en todos los sectores de la sociedad. La exigua diferencia en el número de votos conseguidos por Ahmad Shafiq y Mohamed Mursi es una señal de la gravedad de la situación crítica a la que hacen frente los egipcios. Los egipcios temían que los Hermanos Musulmanes monopolizaran el poder, que se hicieran con todos los poderes al controlar las dos cámaras del Parlamento, la comisión constituyente de la Constitución, el Gobierno, la Justicia y finalmente la Presidencia, pero lo que ha sucedido en los últimos días es que la autoridad y las decisiones en todos los poderes y en las instituciones han vuelto al Consejo Militar.

La revolución ya no se dilucidaba entre la mayor parte de los egipcios y el antiguo régimen, sino entre dos sectores: el Ejército y las fuerzas islamistas encabezadas por los Hermanos Musulmanes. Como si no hubiera habido revolución o como si estuviera en sus primeros días. La revolución se enfrenta ahora a lo que evitó hace año y medio. Y la próxima etapa será testigo de un combate amargo por los resortes del poder.

En primer lugar hay que reconocer que la caída de la cabeza del régimen se produjo gracias a ambos sectores. Si el Ejército se hubiera puesto de parte del presidente Hosni Mubarak, de su partido, el Partido Nacional, y de su grupo, puede que Egipto se hubiera hundido en lo que está hundida Siria en estos momentos. Y si los Hermanos Musulmanes no se hubieran lanzado con todo su peso, su organización y sus recursos humanos a la plaza no se habrían congregado los millones que obligaron a la institución militar a evitar el enfrentamiento. La cabeza del régimen fue sacrificada gracias a los generales. Y la gente de las plazas no tuvo otra que entregarles el mando de la transición para que el cambio llegara dócilmente, sin caos ni colapsos.

Los resultados del golpe que se ha producido en los últimos días es posible atribuirlos a la política de la mentira, la concertación de una tregua, de la maniobra y del temor puesta en práctica por las dos partes que se enfrentan hoy a lo largo y ancho de las plazas egipcias. Durante el periodo de transición el Consejo Militar daba un paso o dos y retrocedía otro, como confuso. Los Hermanos Musulmanes maniobraban en sus pasos para, por una parte, hacer creer al Ejército que eran diferentes de los jóvenes de las plazas y que estaban preparados para cualquier pacto, y al mismo tiempo, para hacer creer a los jóvenes que estaban en el núcleo de la revolución. Las dos partes trabajaban con un solo objetivo, a saber, la política de la consolidación y de la defensa del terreno tras hacerse los puestos de decisión.
No es tarde para frenar la caída en el enfrentamiento. Los dos sectores dominantes tienen que ponerse de acuerdo sobre una fórmula que tenga en cuenta todas las novedades que se han producido en los últimos dieciséis meses. No debe haber sitio para la política de la anulación. Se puede volver al modelo yemení. O se puede inventar una fórmula propiamente egipcia que comience por la renuncia de los militares y de los Hermanos Musulmanes de la política de la maniobra y de la consolidación, de su deseo de hegemonía y de autoridad. Es posible acordar una nueva etapa de transición en la que los poderes estén repartidos entre todas las fuerzas, que tranquilice a la gente sobre el futuro del país en lugar de movilizarse en las plazas o parapetarse en los cuarteles y en las instituciones que originalmente pertenecen a los civiles.

Ninguna parte puede ya anular a la otra. Y ninguna de las dos puede tampoco ya anular al resto para no hacer más profunda la división. Ningún sector podrá ya escribir en solitario la nueva Constitución. La Constitución no será redactada si no es acordado por todos que su redacción no se apoye en la fuerza de una determinada parte sino en el consenso de todos los elementos del pueblo. ¿Se dirigen los militares y los Hermanos Musulmanes hacia un nuevo acuerdo en el que Mursi se haga con la presidencia a cambio de que el grupo acepte las últimas decisiones, desde la disolución del Parlamento hasta la posible disolución de la comisión constituyente? Estamos a la espera de un nuevo round en el combate".

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