El antiguo-nuevo régimen egipcio

Acaba de salir publicado el nº 39 de la revista Afkar/Ideas. En él nos encontramos este artículo de Ricard González sobre la traumática transición egipcia: "Un antiguo régimen bajo una nueva coalición". Demasiadas incógnitas por resolver. En los próximos meses probablemente se vayan aclarando: aprobación de una nueva Constitución y elecciones legislativas y presidenciales.
 
"Más allá del debate semántico sobre si el pasado 3 de julio hubo un golpe de Estado o una nueva ola revolucionaria en Egipto, los hechos acaecidos este verano en la nación árabe son conocidos por todos. El primer presidente electo, el islamista Mohamed Morsi, fue depuesto gracias a la intervención del ejército, apoyado en las calles por una multitud. El movimiento político de Morsi, los Hermanos Musulmanes, lanzó movilizaciones callejeras con el propósito de restituirle en el poder. Las nuevas autoridades actuaron de forma muy contundente para poner fin a las protestas y el país se adentró en un periodo de gran polarización y violencia callejera.
 
Lo que no está nada claro es hacia dónde se dirige Egipto. El país está siendo administrado por un gobierno civil interino, presidido por Adly Mansur, presidente del Tribunal Constitucional. Sin embargo, el verdadero hombre fuerte del nuevo régimen es el ministro de Defensa y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Abdel Fatah al Sisi. Suyas eran las fotografías que levantaron los manifestantes el 3 de julio. La polarización del tiempo político actual ha impuesto un pensamiento de tipo binario, desplazando a terceras opciones: se debe escoger entre el ejército y los Hermanos Musulmanes. Así pues, al menos a corto plazo, el futuro de Egipto dependerá de las interacciones de estos dos actores, los más poderosos del panorama político egipcio desde hace décadas.
 
La agenda de Al Sisi
El general Al Sisi cuenta con un amplio margen de maniobra gracias a su elevada popularidad en la calle egipcia, al culto a su personalidad que le dispensan los medios de comunicación, y a la cohesión que han mostrado las Fuerzas Armadas en estos últimos y complicados meses. Sus limitadas declaraciones públicas no permiten descifrar cuál es su agenda política para el futuro del país. Lo único que resulta evidente es que Al Sisi no rechaza el protagonismo adquirido. Fue el propio general, y no el presidente Mansur, quien el 24 de julio se dirigió a las masas para pedirles su “autorización” para combatir el terrorismo. Así las cosas, Al Sisi tiene varias opciones ante sí.
 
La primera pasa por instalar una dictadura militar bajo la justificación de la necesidad de contar con un régimen fuerte para luchar contra la amenaza terrorista. Esta es la apuesta de Robert Springborg, un investigador especializado en el ejército egipcio, que augura un sistema parecido al implantado por el general Zia ul Haq en Pakistán, a saber, un híbrido de militarismo y religiosidad. No obstante, no parece el escenario más probable. El ejército conserva aún en la retina la erosión que sufrió durante los 18 meses de transición pilotados por la Junta, por lo que no asumirá la responsabilidad única en la gestión del país en un periodo tan tumultuoso.
 
De todas formas, eso no significa que las Fuerzas Armadas renuncien a desempeñar un papel central en la política del país, como lo han hecho desde la Revolución De 1952. De hecho, desde el 3 de julio, se puede apreciar la reconstitución del antiguo régimen de Hosni Mubarak, pero bajo unas nuevas bases. Por mucho que las actuales autoridades apelen a la Revolución de 2011 como referente, al menos algunos de sus movimientos destilan un aire de contrarrevolución. El más evidente es la lucha sin cuartel contra los Hermanos Musulmanes, convertidos de nuevo en el enemigo público número uno. Pero no es el único. Hay otros ejemplos: el retorno del Estado de emergencia, el nombramiento de gobernadores con un perfil militar, la propuesta de recuperación del sistema electoral que beneficiaba al disuelto Partido Nacional democrático (PND) de Mubarak, o de la autorización para arrestar a estudiantes en los campus universitarios.
 Sisi-Nasser
Ahora bien, el diseño del nuevo régimen apunta algunas diferencias importantes respecto al anterior. Para empezar, existe el compromiso firme de celebrar elecciones limpias y competitivas, uno de los elementos centrales de la hoja de ruta decretada por el presidente Mansur en consenso con el ejército. La otra novedad es la aprobación de una Constitución a partir de un proceso que incluya a representantes de los diversos estamentos de la sociedad egipcia, con la notable excepción de la Hermandad. La nueva Asamblea Constituyente inició sus labores el 8 de septiembre, y está previsto que presente un texto definitivo en un plazo de dos meses. Posteriormente, se celebrará un referéndum y, en caso de ser ratificada, se iniciará el ciclo electoral con comicios parlamentarios y presidenciales.
 
El hecho de que en el gobierno participen miembros de partidos opositores al régimen de Mubarak y que algunas organizaciones juveniles como Tamarrud desempeñen un papel relevante en la Asamblea Constituyente pone de manifiesto una ampliación de la coalición sobre la que se sustenta el régimen. Durante los últimos años de la era Mubarak, una reducida élite formada por hombres de negocios del entorno de Gamal Mubarak gobernaba Egipto. Fue contra esta situación que miles de jóvenes de clase media se rebelaron el 25 de enero de 2011, consiguiendo arrastrar a millones de personas en todo el país. Y son precisamente esos actores que lideraron la revuelta a los que quieren cooptar las Fuerzas Armadas.
 
Un caso paradigmático es el de Kamal Abu Eita, actual ministro de Trabajo. Abu Eita es un histórico líder del movimiento sindical y presidente de la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes (FESI). Esta organización luchó durante años contra el monopolio del sindicato oficialista, controlado estrechamente por el régimen de Mubarak. La FESI desempeñó un rol importante en la miriada de huelgas que paralizaron Egipto durante la revolución de 2011. Con el nombramiento de Abu Eita, el ejército pretende cooperar –o quizás domesticar– con un movimiento obrero que Mubarak reprimió.
 
Un asunto todavía por dilucidar es qué actitud adoptarán las nuevas autoridades con aquellos activistas liberales y revolucionarios que se oponen al gobierno. Es decir, hasta dónde se situarán las líneas rojas en los ámbitos de la libertad de expresión y asociación. Los procesos judiciales contra Haizam Mohamadein, líder de los Socialistas Revolucionarios, y Ahmed Abu Draa, un periodista crítico establecido en el Sinaí, ponen en tela de juicio las promesas de libertad y democracia hechas por los líderes del ejército.
 
Otra de las preguntas clave de este nuevo tiempo político es qué papel se reserva Al Sisi para sí mismo. Pocos días después del golpe de Estado, ya se empezó a rumorear que podría convertirse en el próximo presidente de Egipto. En una entrevista reciente con The Washington Post, el general desmintió tener ambiciones políticas, pero no lo hizo categóricamente. La mayoría de analistas coincide en que si Al Sisi se retira de las Fuerzas Armadas y concurre en las elecciones presidenciales, será el gran favorito. No obstante, podría preferir mantenerse en su cargo actual, y ejercer su enorme influencia tras las bambalinas [...]".

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