¿Negociaciones o asentamientos?

A raíz del plan israelí de construir 24.000 nuevas viviendas en los Territorios Ocupados he escrito este artículo para El Correo, que supongo saldrá publicado este fin de semana.
 
Mientras Siria se hunde en una cruenta guerra civil y Egipto parece condenado a vivir bajo la tutela de los militares, Israel sigue dando con su hoja de ruta destinada a hacer inviable un Estado palestino. El movimiento Paz Ahora acaba de denunciar la existencia de un plan para construir 24.000 nuevas viviendas en los Territorios Ocupados. Tras hacerse pública la noticia y tras las consiguientes presiones norteamericanas, el primer ministro Benjamín Netanyahu anunció la suspensión del proyecto, pero dejando claro que lo retomaría cuando las circunstancias fueran más propicias.
 
Lo más sorprendente de todo es que esta intensificación de la colonización se produce al mismo tiempo que palestinos e israelíes han retornado a la mesa de negociaciones debido a la presión de la Administración de Obama. El pasado mes de julio, el Secretario de Estado John Kerry anunció la reanudación de las conversaciones de paz y fijó un calendario para alcanzar un acuerdo en torno a las fronteras del Estado palestino, el futuro estatuto de Jerusalén Este y las cuestiones de seguridad que tanto preocupan a Israel. En nueve meses, las partes deberían alcanzar un acuerdo definitivo basado en la fórmula de los dos Estados que convivan en paz.
 
Las negociaciones de paz palestino-israelíes se retomaron en agosto. Dos curtidos políticos –la israelí Tzipi Livni y el palestino Saeb Erekat– se pusieron al frente de los respectivos equipos negociadores. Con el objeto de crear un clima de confianza, Israel accedió a liberar a 104 prisioneros palestinos en cuatro fases. El 14 de agosto fueron liberados los 26 primeros prisioneros y el 29 de octubre otros tantos, la mayoría habían sido encarcelados antes de 1993, año en que se firmó el Acuerdo de Oslo y estaban a punto de cumplir sus condenas.
 
La aplicación de este acuerdo no ha sido fácil, puesto que ha topado con fuertes resistencias no sólo por parte de la sociedad israelí (y, de manera especial, de los familiares de las víctimas) sino también en el seno del Gobierno de Netanyahu. Una buena prueba de ellos es que únicamente 13 de los 22 ministros de su gabinete aprobaron la medida. El frente opositor ha sido encabezado por Casa Judía de Naftalí Benet e Israel Nuestra Casa de Avigdor Lieberman, el primero claramente identificado con el movimiento de colonos y el segundo defensor de los intereses de la comunidad judía de origen ruso. Tanto Benet como Liberman disfrutan de un creciente crédito politico a pesar, o quizás precisamente por, su radicalismo. Durante la campaña electoral, Benet propuso anexar unilateralmente la mitad de Cisjordania. Lieberman, recientemente absuelto de las acusaciones de fraude y tráfico de influencias, se ha manifestado en varias ocasiones a favor de la transferencia de la población árabe-israelí (cerca de 1.400.000 personas) a los territorios palestinos. Huelga decir que ambos se oponen frontalmente al establecimiento de un Estado palestino.
Bedouin children of the Jahalin tribe near the Israeli settlement of Maale Adumim, June 16, 2012.
En el bando palestino también ha habido numerosas voces discrepantes, puesto que la liberación sólo afecta a un 2% de los 5.000 palestinos encarcelados en Israel. Como no podía ser de otra manera, el movimiento Fatah anunció el acuerdo a bombo y platillo y Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, recibió en la Muqata al primer contigente de liberados en un intento de recuperar parte de su credibilidad, muy erosionada debido a la falta de avances en las negociaciones. Hamas, su principal rival, no ha tardado en recordarle que hace dos años consiguió la liberacion de más de un millar de palestinos a cambio del soldado Gilad Shalit.
 
Peor aún. Esta liberación ha tenido, además, un elevado coste, puesto que el gobierno israelí ha aprovechado la coyuntura para anunciar la ampliación de sus asentamientos y la profundización de la colonización del territorio palestino. Tras la liberación del primer contingente anunció la construcción de 2.100 nuevas viviendas y coincidiendo con la salida del segundo aprobó otras 1.700 viviendas. Aunque el plan para construir 24.000 viviendas ha sido momentáneamente descartado, no sería de extrañar que fuese retomado en cuanto disminuyese la presión internacional.
 
Todos estos movimientos han sido habilmente orquestados por Uri Ariel, ministro de Vivienda y antiguo responsable del movimiento de colonos, y cuentan con el respaldo de la mayor parte de gobierno israelí. Netanyahu es plenamente consciente que el factor tiempo juega a su favor y que mientras las negociaciones se prolonguen de manera indefinida podrá seguir apostando por su política de hechos consumados destinada a hacer inviable un Estado palestino o, al menos, reducirlo a su más mínima expresión territorial. De hecho el número de colonos se ha duplicado en estos veinte años de negociaciones pasando de 275.000 a 550.000. 
 
El tiempo corre en contra de los palestinos. Desde que se firmaran los Acuerdos de Oslo, todos y cada uno de los gobiernos israelíes se han mantenido fieles a la lógica del ‘no hay fechas sagradas’ de Isaac Rabin. Estas maniobras dilatorias han posibilitado que los plazos fijados hayan sido sistemáticamente incumplidos. No está de más recordar que el Estado palestino debería haber nacido en 1999, cinco años después del establecimiento de la Autoridad Palestina. Si  las negociaciones fracasan una vez más, como todo parece indicar, estaremos más cerca de una nueva Intifada.

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