El poder alawí en Siria

Ahora que Siria está de moda en los medios de comunicación se vuelva a describir al régimen sirio como exclusivamente alawí, lo que no se ajusta exactamente a la realidad. A continuación incluyo algunos extractos dedicados a la secta alawí de mi artículo de Culturas dedicado al mosaico confesional-étnico sirio.

"La toma de control del Estado por parte del Baaz en 1963 fue considerada como una revancha de la periferia –en especial, el Mediterráneo alauí y la Montaña drusa– contra Damasco, dado que buena parte de sus dirigentes pertenecía a las minorías confesionales tradicionalmente marginadas por el poder central. Debido a esta circunstancia, los gobernantes alawíes han tenido buen cuidado en que tanto la mayoría árabe suní como las minorías confesionales tomen parte en el aparato gubernamental. De hecho, los primeros ministros han sido árabes suníes desde entonces y las minorías confesionales suelen tener representación en cada gobierno. Como cabría esperar, los poderosos servicios de seguridad son dirigidos, prácticamente en exclusiva, por alawíes.

Conocidos como nusayríes durante siglos, a principios del s. XX adoptan el término de alawíes para enfatizar su adscripción al chiísmo duodecimano. Hoy en día representan el 11% de la población. Los orígenes del nusayrismo se remontan al s. IX, cuando Ibn Nusayr se proclamó profeta afirmando haber recibido del onceavo imán chií, al-Hasan al-`Askari, una doctrina secreta que, tras su ocultación (gayba), es transmitida de generación en generación. A mediados del s. X, el credo se extendió por el noreste sirio, pero no fue hasta comienzos del s. XI cuando el nusayrismo se convirtió en oficial en Latakia. Los sultanes mamelucos y otomanos intentaron convertir sin éxito a los nusayríes al Islam suní.

Algunas de sus concepciones chocan de lleno con el Islam suní, entre ellas su creencia en la trasmigración de las almas. Los alawíes consideran a Ali, primo y yerno de Mahoma, como la deidad suprema y eterna. Al principio de los tiempos, las almas de los alawíes eran luces en torno a Dios (también denominado la Esencia), pero cayeron en desgracia y fueron expulsadas del paraíso convirtiéndose en humanos condenados a reencarnarse indefinidamente. Los imanes chiíes son reconocidos como manifestaciones de la divinidad y cada uno tuvo un compañero que ejerció la función de intermediario entre Dios y los creyentes. La única manera de escapar de la metempsicosis es entrar en contacto con la propia deidad, tras lo cual el creyente se convertirá en una estrella que reanudará su camino por los siete cielos hasta llegar al más elevado, donde contemplará la luz suprema.

Durante siglos, los alawíes mantuvieron su cohesión debido a su aislamiento en el Yabal al-Nusayriya, donde se dedicaban a la agricultura. También existen comunidades alawíes en Latakia, Banias, Tartus, Homs, Safita y, en menor medida, Alepo e Idlib. En el periodo de dominación francesa disfrutaron de una amplia autonomía dentro de un Estado independiente alawí y fueron una pieza central en el ejército colonial. Tras la independencia, los alawíes no sólo mantuvieron su peso en las Fuerzas Armadas, sino que además se vieron beneficiados por las numerosas purgas registradas tras cada golpe de Estado, los que les permitió disfrutar de una situación privilegiada. El golpe militar del alawí Salah al-Yadid en 1966 y, más claramente, el ascenso al poder de Hafiz al-Asad (perteneciente a la tribu Raslan y al clan Kalbiya) en 1970 mostraron un hecho sin precedentes en el mundo árabe, ya que una minoría confesional se hizo con el control del Estado gracias a su dominio del aparato militar. Conscientes de su debilidad, los alawíes decidieron aliarse con el resto de minorías confesionales (drusos, ismailíes y cristianos) para conservar el poder.
El hecho de que un país como Siria sea dirigido por los alawíes desde hace más de cuatro décadas ha levantado las suspicacias de la mayoría suní y, en particular, de los sectores islamistas. Durante la revuelta de los Hermanos Musulmanes (1979-1982), los alzados llamaron al yihad contra un gobierno que tachaban de apóstata. Al hacerlo no hacían más que recuperar una fatwa emitida en el siglo XIV por el teólogo sirio Ibn Taymiya, que equiparaba a los alawíes con los idólatras y autorizaba el empleo del yihad contra ellos. Said Hawa, ideólogo del alzamiento, manifestó entonces: “Los países musulmanes son dirigidos por incrédulos y ateos. Es obligación de todo musulmán emprender una campaña de purificación destinada a restablecer el orden. Esto sólo ocurrirá por medio de un yihad que elimine, sin compasión ni piedad, a las incrédulas sectas ocultistas y a los alawíes, así como a los comunistas, a los nacionalistas y a quienes reclaman la separación entre Estado y religión”

Si bien es cierto que los alawíes tienen una fuerte presencia en los aparatos de seguridad, no puede hablarse estrictamente de régimen alawí. Se trata más bien de una alianza entre grupos muy diversos (tanto en lo ideológico como en lo confesional), unidos por su voluntad de conservar su posición hegemónica. Aunque los alawíes asumieron un papel central en la toma del poder del Baaz, tras el Movimiento Rectificatorio de 1970 cooptaron a la oligarquía suní damascena. De hecho, la mayor parte de los cuadros del régimen (primeros ministros y ministros de Defensa, Asuntos Exteriores y Economía) no son alawíes, sino suníes. Esta alianza se ve reforzada por enlaces matrimoniales y proyectos empresariales del clan Asad y de familias políticas y militares afines, por un lado, y los herederos de algunas de las fortunas más relevantes del país o de determinadas regiones por otro".

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