¿Primavera palestina?

Desde hace varios días se vienen sucediendo en varias ciudades palestinas manifestaciones contra el gobierno dirigido por Salam Fayyad. Los manifestantes no sólo protestan contra el alza de los productos de la cesta básica, sino también contra la parálisis de la clase política incapaz de encontrar la salida al laberinto en el que les encerraron los Acuerdos de Oslo. Muchos han anunciado ya que nos encontramos ante las puertas de una tercera intifada; otros creen que, por fin, ha llegado la tan esperada Primavera Palestina. Probablemente no estemos ni ante lo uno ni lo otro.

Abir Kopty, activista palestina y exconcejal en el Ayuntamiento de Belén, resume el porqué de las manifestaciones. La traducción del artículo, originariamente publicado en The National con el título "West Bank Protest Expose Oslo as the Prop of Occupation, corresponde a María M. Delgado y fue publicada ayer en su blog Palestina en el corazón.

"Las manifestaciones se están extendiendo rápidamente a través de las ciudades de Cisjordania, incluyendo huelgas generales en protesta por el alto costo de la vida. En un principio, las protestas fueron orquestadas por Fatah y dirigidas contra Salam Fayyad -el primer ministro palestino-, culpándolo por la crisis económica y el aumento de los precios. Las protestas fueron vistas como una oportunidad para prescindir de Fayyad y desviar la ira de la gente lejos del resto de la Autoridad Palestina (ANP), así como para demostrar a los países donantes la necesidad de ayuda financiera.

Pero muy poco después, otras voces se unieron a las protestas para encarar un problema de fondo: los Acuerdos de Oslo y su apéndice económico, el Protocolo de París. El presidente Mahmoud Abbas ha exigido una revisión del Protocolo de París firmado con Israel en 1994. Esta es una táctica para calmar a la gente en la calle, y otra excusa más para seguir negociando eternamente con Israel. Es ingenuo esperar que Israel acepte semejante pedido, a menos que tenga un claro interés como poder colonizador [...].
Oslo ha tenido consecuencias perjudiciales y de larga duración: llevó a la creación de la Autoridad Palestina, sin ninguna soberanía, en Gaza y Cisjordania; creó un interminable proceso de negociación y de coordinación de seguridad; selló la dependencia económica completa respecto de Israel y de la ayuda externa; y dividió al pueblo palestino mediante cantones en Cisjordania y Gaza, y entre los que viven en la Palestina histórica y en la diáspora.

Desde que los Acuerdos de Oslo fueron firmados, la OLP, el único representante legítimo del pueblo palestino, ha perdido su mandato a merced de la ANP. Un paso crucial hacia adelante sería poner de nuevo el proceso en manos de la gente mediante una elección directa del Consejo Nacional Palestino, en la que los once millones de palestin@s –l@s que viven en las fronteras de 1948, l@s refugiados y l@s de los territorios ocupados en 1967- puedan elegir un liderazgo que desarrolle una nueva estrategia de resistencia [...].

Oslo ha garantizado una ocupación lucrativa para Israel, que desde los Acuerdos está exento de cualquier responsabilidad por los servicios civiles en los territorios ocupados, al tiempo que se aprovecha de los recursos palestinos como la tierra, el agua y la mano de obra. La coordinación en materia de seguridad ha garantizado que la subcontratista ANP “protege” a los israelíes de cualquier forma de resistencia palestina. Sin embargo, la ANP no tiene capacidad alguna para proteger a l@s palestin@s de los ataques terroristas de los colonos israelíes, de las incursiones del ejército o de la opresión general.

Más aún: el interminable proceso de negociación ha dado a Israel un pase libre para continuar desarrollando sus prácticas ilegales con impunidad, al tiempo que ha fracasado en alcanzar siquiera un solo logro para l@s palestin@s.

El Protocolo de París ha garantizado el control total de Israel sobre la economía palestina, incluyendo las importaciones, las exportaciones, los impuestos y los precios. El Protocolo, combinado con una política incompetente de la ANP que no ha logrado desarrollar la producción local y la agricultura, han aumentado nuestra dependencia de la ayuda externa.

En la mayoría de los casos, los estados que donan a las instituciones y organizaciones palestinas han impuesto sus propias agendas. Un método para eso consiste en vincular la ayuda a la presión política, como la decisión del Congreso de EE.UU. de cortar la ayuda para disuadir de los esfuerzos por llevar la cuestión del Estado palestino ante las Naciones Unidas en septiembre de 2011.

Otros donantes han ignorado el objetivo palestino de largo plazo de combatir la política israelí de limpieza étnica. Por ejemplo, los proyectos de ayuda al desarrollo se concentran en el área A (18% del territorio de Cisjordania), rindiéndose ante los planes de Israel de dominar el área C, que es aproximadamente el 61% de Cisjordania.

Desmantelar Oslo implicaría plantearse alternativas estructurales para la lucha palestina. No sería fácil, y significaría establecer una agenda diferente a las de Israel, la comunidad internacional y gran parte del mundo árabe. Esta visión debe incluir la unidad de l@s palestin@s bajo la OLP -vivan o no en los territorios ocupados en 1967. Los viejos líderes tienen que dar un paso al costado y abrir el camino hacia un nuevo espíritu.

El mantenimiento de la ley y el orden, y el desarrollo de una economía autónoma en los territorios ocupados, son esenciales. Deberíamos inspirarnos en la primera Intifada. Ni los países donantes ni Israel se arriesgarán a “matarnos de hambre”. La comunidad internacional nos va a escuchar cuando seamos fuertes, lo cual requiere una estrategia de resistencia popular sobre el terreno. La resistencia requiere moralidad, eficiencia y apoyo internacional, principalmente a través del movimiento de boicot, desinversión y sanciones contra Israel.

En cuanto a la solución de dos Estados -uno de los pilares de Oslo-, el mundo finalmente se dará cuenta de que está muerta cuando los líderes palestinos dejen de aferrarse a ella. Entonces el mundo se verá obligado por fin a escuchar al pueblo palestino".

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