Sin novedad en Gaza

Mi reflexión sobre el ataque israelí a Gaza se demoró más de lo deseado. Ahora la publica El Correo. Como el resto de mis colaboraciones con dicho periódico en estos últimos diez años puede consultarse en el portal de Escuela de Paz.

La operación Pilar Defensivo ha finalizado dejando la acostumbrada estela de muerte y destrucción. Como era de prever, tanto el gobierno israelí como Hamas se han apresurado a proclamar su victoria. Sin embargo sobre el terreno nada ha cambiado en la práctica, ya que Israel no ha conseguido, tal y como pretendía, debilitar a la organización islamista ni tampoco recuperar su capacidad de disuasión.

Donde sí se han registrado cambios es en la escena internacional. EE UU, con un Obama reforzado tras su reciente victoria electoral, ha presionado intensamente al gobierno israelí para que se abstuviese de lanzar una operación terrestre que podría haber provocado una auténtica carnicería, ya que la Franja de Gaza tiene la más alta densidad de población del mundo. Aunque la Casa Blanca reconoció el derecho de Israel a defenderse, también dejó claro que, tras la Primavera Árabe, el contexto regional ha cambiado radicalmente. El paulatino ascenso al poder de los movimientos islamistas puede ahondar el desencuentro entre Washington y Jerusalén, dado que cada vez es más evidente que Israel podría convertirse en una carga estratégica para EE UU, sobre todo si se empecina, como viene haciendo hasta ahora, en proseguir sus  políticas colonizadoras y entierra definitivamente la solución de los dos Estados.

En este contexto, Egipto emerge como un actor central para garantizar la estabilidad de Oriente Medio. El programa electoral de los Hermanos Musulmanes insistía en la necesidad de “restaurar el papel protagonista de Egipto en la región y fortalecer los tratados y acuerdos internacionales de cara a preservar los intereses de los egipcios”. Su decisiva intervención en el alto el fuego entre Israel y Hamas no sólo demuestra su capacidad de mediación, sino que además evidencia que Egipto está llamado a jugar un papel decisivo en el nuevo Oriente Medio que emerge tras la Primavera Árabe. Como la propia Hillary Clinton reconoció: “El gobierno egipcio está asumiendo la responsabilidad y el liderazgo que siempre ha hecho de este país una piedra angular para la estabilidad regional y la paz”. En los próximos años, Egipto podría asentar su posición sirviendo de puente de comunicación entre EE UU y los movimientos islamistas, que gradualmente irán conquistando el poder en buena parte del mundo árabe.
Si algo muestra la operación Pilar Defensivo es que Israel no ha sido capaz de adaptarse al nuevo escenario regional. El recurso a la fuerza evidencia que Israel sigue preso de la doctrina del ‘muro de hierro’ según la cual la supremacía militar sería suficiente para garantizar su posición hegemónica. El primer ministro Benjamin Netanyahu parece no darse cuenta de las radicales transformaciones registradas en los últimos dos años. Por eso no nos debe extrañar que numerosas voces en la escena política israelí hayan descrito la interrupción de la ofensiva como una derrota. Shaul Mofaz, el líder de la oposición, resumió este malestar señalando: “Hamas tiene la sartén por el mango”. Por si fuera poco, el fiasco de Gaza podría tener repercusiones en el dossier iraní, ya que cuestiona abiertamente las capacidades de Israel para lanzar en solitario un ataque contra el programa nuclear iraní.

Es cierto que Hamas ha conseguido afianzar su posición, pero a costa de un elevado número de bajas. A pesar de que las visitas de varios ministros de Egipto, Turquía, Túnez y Qatar demuestran que la organización cuenta con amplios respaldos en la región, lo cierto es que la organización islamista ha sido incapaz de romper el círculo vicioso en el que se encuentra encerrada desde que en 2006 se impusiese en las elecciones, ya que su apuesta por el pragmatismo no ha sido premiada por un reconocimiento por parte de los países occidentales, que la siguen considerando un organización terrorista. En la escena doméstica, Hamas ha salido reforzada, ya que mientras Hamas parece ser una estrella ascendente, su rival Fatah continúa retrocediendo posiciones. El presidente palestino Mahmud Abbas ha mantenido un discreto segundo plano dando la impresión de ser completamente ajeno a lo que ocurría en Gaza.

La vigencia del alto el fuego no sólo dependerá de la voluntad de las partes, sino que además requerirá un cambio radical de la situación sobre el terreno, puesto que el problema de fondo todavía persiste. La Franja de Gaza lleva seis años sometida a un intenso bloqueo aéreo, marítimo y terrestre que ha destruido completamente su economía. En este punto debe recordarse que el artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra reza que “no se castigará a ninguna persona por infracciones que no haya cometido personalmente. Están prohibidos los castigos colectivos, así como toda medida de intimidación o de terrorismo”.

Desde 2007, un millón y medio de personas viven encerradas en una prisión a cielo abierto de tan sólo 365 kilómetros cuadrados. El 80% de la población depende de la ayuda humanitaria, un 50% de los habitantes de la franja vive bajo el umbral de la pobreza y el desempleo afecta al 35% de los gazauíes. Mientras esta situación no se corrija parece improbable que los ataques contra Israel se interrumpan. La pobreza a la que la ocupación israelí condena a la población palestina es el mejor caldo de cultivo para la desesperación y el radicalismo.

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