Sobre la economía de Gaza

En mi informe sobre "La situación humanitaria de Gaza", publicado por Bakeaz en 2009, analizaba las dinámicas de dependencia instauradas por Israel para impedir que la franja gozara de una economía autónoma. No está de mal recordar cómo Israel ha tratado, en el curso de los últimos añños, convertir la cuestión nacional palestina en una mera cuestión humanitaria.

Desde siglos atrás, la agricultura ha sido la principal fuente de riqueza de Gaza. En época otomana, la provincia de Gaza tenía 1.196 km² de los cuales 800 km² se dedicaban al cultivo de secano, 105 km² de árboles (olivos, palmeras, sicomoros, higueras y algarrobos) y otros 35 km² de cítricos. El aceite de Gaza se exportaba tanto a Egipto como a Turquía, utilizándose también para la alimentación, la iluminación y la fábrica de jabones. En el curso de la Primera Guerra Mundial, el 95% de los olivares fueron talados por los turcos, para que su madera fuese empleada como combustible en los trenes que transportaban tropas y armamentos. Durante los años de dominación británica prosperó la producción de cítricos debido a que se excavaron nuevos pozos de agua y se instalaron bombas de riego.

La guerra de 1948 y la llegada de 200.000 refugiados, la mayor parte procedentes de Yafa y Bersheva, alteró radicalmente la situación de la Franja de Gaza, entonces habitada por tan sólo 80.000 personas. Las mejores tierras de cultivo quedaron del lado del Estado israelí, lo que supuso un duro golpe en términos económicos. Del lado palestino quedaron los cítricos, cuya exportación representaba la principal fuente de ingresos de la Franja, pero que estaban en manos de unas pocas familias acaudaladas. La industria estaba poco desarrollada y estaba orientada esencialmente a satisfacer la demanda de la población local. Tras la ‘nakba’ (como los árabes denominan la ‘catástrofe’ que puso fin a Palestina), el sector servicios vivió una época de expansión para satisfacer las demandas de la UNRWA y de su aparato burocrático.

La ocupación de Gaza y Cisjordania en 1967 puso en evidencia las abismales diferencias entre las economías palestina e israelí, la primera tradicional, enfocada a la agricultura y con una industria artesanal, y la segunda moderna, altamente industrializada y tecnológicamente avanzada. De hecho, el PNB de Cisjordania y Gaza en 1966 apenas representaba el 2.6% del israelí. En un primer momento, Israel apostó por una política de puentes abiertos, gracias a la cual tanto las personas como las mercancías podían moverse sin dificultades, lo que permitió que las empresas israelíes ganaran nuevos mercados, ya que al mismo tiempo se impidió el surgimiento de una economía gazauí competitiva. Aunque la legislación internacional establece que los territorios ocupados por la fuerza de las armas mantendrán su autonomía tanto política como económica, “Israel desarrolló una política encaminada a integrar las economías de Cisjordania y la Franja de Gaza. Esta política incluyó una serie de medidas destinadas a apropiarse de los recursos naturales, a promover la dependencia económica de Israel y a integrar ambos mercados financieros” (Middle East Project of the Democracy and Governance Programme, 2009: 132).
Las autoridades israelíes pusieran en práctica diversas iniciativas para debilitar la economía de Gaza y, en particular, la agricultura, que representaba su columna vertebral, todo ello con la intención de romper “el vínculo entre el pueblo y su tierra y, al alejar al campesino de sus formas de vida tradicionales, obligarle a convertirse en asalariado de la economía israelí, ya que muchos palestinos fueron empleados en su industria. También se prohibió a los agricultores exportar sus productos para no competir con los israelíes. La producción agrícola se fue reduciendo gradualmente y concentrándose en productos como las sandías, las uvas, las cebollas, las olivas y las almendras” (Mawsu`a al-mudun al-filastiniya, 1990: 558). Uno de los grandes afectados fue el sector cítrico, ya que se prohibió la plantación de nuevos naranjos y limoneros y la exportación de sus frutos a sus mercados tradicionales, en particular a la Europa del Este. Como consecuencia de estas prácticas, el sector agrícola se resintió pasando de emplear el 32% de la población en 1970 a tan sólo el 18% en 1985. Hoy en día, tan sólo un 12% trabaja en la agricultura.

En un pionero estudio publicado en 1987, Sara Roy caracterizó la economía de Gaza como una en la que prevalecía el ‘de-desarrollo’, que definió como “un proceso que erosiona o debilita la capacidad de crecimiento y expansión de una economía al impedirle que acceda y emplee los insumos necesarios para promover el crecimiento interno más allá de un nivel estructural específico” (Roy, 1987: 56). El ‘de-desarrollo’ “implica la deconstrucción deliberada y sistemática de una economía indígena por la potencia dominante […] y es una política económica diseñada para asegurar que no se creará una base económica, incluso imperfecta, capaz de soportar la independiencia” (Roy, 1999: 65). Una primera categoría de medidas dentro de esta estrategia de ‘de-desarrollo’ fue dirigida a impedir la formación de una auténtica capacidad productiva por medio de la confiscación de tierra y agua y de las restricciones a la planificación y al uso de recursos. Una segunda categoría se dirigió a consagrar la integración y la externalización, lo que condicionó el crecimiento económico y las oportunidades de empleo, que en ambos casos provinieron de Israel. Una tercera categoría, consecuencia de las anteriores, fue la desinstitucionalización, que impidió el surgimiento de una infraestructura institucional que permitiese el proceso de desarrollo y dejó al sector informal y a las agencias internacionales como únicas planificadoras (Roy, 1999: 65-66).

Como consecuencia de la nueva situación, el PNB de la Franja de Gaza entre 1968 y 1982 creció a un ritmo del 9.7% anual. Este crecimiento entraría dentro “del concepto de ‘desarrollo dependiente’ que permite el crecimiento estructural interno de la economía más débil, a pesar de que este crecimiento es desarticulado, orientado y condicionado por las necesidades e intereses de la economía externa a la que está subordinada” (Roy, 1987: 57). Dicho crecimiento se explica porque buena parte de la fuerza laboral fue empleada en Israel: de hecho, sus salarios representaron el 44% del PNB de Gaza en 1984. Si en 1970 había 5.900 gazauíes trabajando oficialmente en Israel, en 1985 este número experimentó un incremento del 600% al elevarse a 41.700 personas. En 1987, el porcentaje representaba ya al 70%. Hoy en día, Israel no permite a ningún palestino de Gaza trabajar en su territorio.

Comentarios

  1. VIVA PALESTINA LIBRE. QUE MEJORE SU ECONOMIA Y QUE PUEDA LIBERARSE PALESTINA DE LOS QUE LES ARRUINAN LA COSECHA Y LA SIEMBRA. BENDICIONES PARA PALESTINA

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