La elección de Israel

Mañana tendrán lugar las elecciones en Israel. Hoy publico en el diario El Correo esta artículo en el que reflexiono sobre sus resultados y sobre lo que puede deparar un tercer mandato de Benjamin Netanyahu.

La campaña electoral israelí ha sido una de las más soporíferas que se recuerdan desde hace décadas. Todas las encuestas otorgan una cómoda ventaja al Likud y dan por sentado que Benjamin Netanyahu presidirá, por tercera vez, el gobierno. El electorado confiará, una vez más, en que este “primer ministro fuerte” (lema con el que concurre a las elecciones) sea capaz de hacer frente a los desafíos que afronta su país.

Nadie espera, por lo tanto, que las urnas deparen grandes sorpresas. Los sondeos sitúan a la coalición gobernante Likud Beitenu como fuerza más votada y al Partido Laborista en segundo lugar (eso sí, con la mitad de escaños que la primera). También se prevé un fuerte ascenso de Casa Judía, el partido de los colonos, que podría triplicar sus diputados. La otra gran novedad es la irrupción de dos formaciones de nuevo cuño -Yesh Atid del periodista Yair Lapid y Hatnua de la excanciller Tzipi Livni-, que respaldan la reanudacón del proceso de paz. Por su parte, los partidos judíos ultraortodoxos revalidarán sus escaños, ya que cuentan con un electorado fiel, al igual que los partidos árabes. El izquierdista Meretz, único con una agenda social, podría resurgir de las cenizas si es capaz de captar el voto de los ‘indignados’ israelíes. Todo anuncia, por lo tanto, que volveremos a encontrarnos con una Knesset fuertemente atomizada en la que la derecha contará con una clara mayoría respecto al centro-izquierda.

Si hay alguna persona que ha capitalizado el interés de la campaña esa ha sido el multimillonario Naftali Bennett, al que se considera una estrella ascendente en el firmamento político israelí. Su partido, Casa Judía, es partidario de anexar unilateralmente más de la mitad de los territorios ocupados y es radicalmente contrario a la creación de un Estado palestino. La contundencia y claridad de su mensaje ha seducido no sólo a los colonos, sino también a los sectores ‘halcones’ que defienden la intensificación de la colonización. A pesar de que en sus cuatro años de mandato Netayanyahu ha aprobado 6.825 nuevas viviendas, como revela un reciente informe de la organización Peace Now, a muchos les parece una cantidad insuficiente, por lo que podrían decantarse finalmente por Bennett. El lema electoral de Casa Judía es todo un guiño al electorado tradicional del Likud: “Respalda a Netanyahu: vota a Bennett”.

El ascenso de Casa Judía no es anecdótico: es una prueba palpable de la creciente radicalización de la sociedad israelí, cada vez más condescendiente hacia los colonos y hacia su proyecto de erigir un Estado judío entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. Así las cosas no nos debe extrañar que el proceso de paz haya sido el gran ausente de la campaña electoral. Tan sólo algunas formaciones menores defienden la negociación con los palestinos, en muchos casos por razones meramente electoralistas. Es el caso de Tzipi Livni, exdirigente de Kadima, que lanzó la operación Plomo Fundido contra Gaza y secundó la Guerra de los 33 Días contra Líbano distinguiéndose como uno de los negociadores más reacios a presentar la más mínima concesión a la parte palestina.

La máxima prioridad de Netanyahu en su tercer mandato será ganar tiempo para continuar alterando la fisonomía de los territorios ocupados mediante el desplazamiento de nuevos colonos y la ampliación de los asentamientos. Ante los palestinos optará por la política del ‘dívide y vencerás’, aislando a Hamas y tolerando a la Autoridad Palestina, siempre que no decida jugar la carta del Tribunal Internacional de Justicia para denunciar las políticas expansionistas israelíes. Aunque un posible ataque a Irán seguirá estando sobre la mesa será improbable que se lleve a cabo sin contar con la luz verde de EE UU y, en este sentido, todo parece indicar que el Pentágono, una vez que Chuck Hagel sea confirmado como secretario de Defensa, no se embarcará en dicha aventura.

Probablemente, la mayor incógnita resida en saber cómo evolucionarán las relaciones entre Israel y EE UU en los próximos años. Obama ha venido criticando a Netanyahu en privado al  considerar que las políticas cortoplacistas que aplica son contraproducentes para Israel en el largo plazo. Las voces críticas a la política colonizadora israelí son cada vez más numerosas y de mayor entidad. Incluso Alemania y Reino Unido, los dos principales aliados europeos de Israel, han protestado airadamente ante la construcción de nuevos asentamientos en Jerusalén Este y Cisjordania. No sólo eso, Yuval Diskin, jefe de los servicios de inteligencia hebreos durante los últimos seis años, ha lanzado unas durísimas críticas a Netanyahu, a quien ha tachado de indeciso e irresponsable. Para el exjefe del Shin Bet, el bloqueo del proceso de paz y la creciente frustracción de la sociedad palestina podría provocar una tercera intifada de impredecibles consecuencias.

Por si esto fuera poco, varios miembros de su futura administración estadounidense han reconocido en público el creciente aislamiento internacional de Israel. Cada vez son más las personas que consideran que Israel podría convertirse en un estado paria en el caso de que siga violando el Derecho Internacional y entierre definitivamente la solución de los dos Estados. Si bien es poco probable que la falta de química entre Netanyahu y Obama lleve a un choque de trenes, lo cierto es que el progresivo distanciamiento de Washington podría colocar a Tel Aviv en una situación incómoda, especialmente si la administración norteamericana decide retirarle su escudo protector en el Consejo de Seguridad.

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