Sindicalismo tras Mubarak

Hace unas semanas, el profesor Joel Beinin publicó en MERIP un detallado artículo sobre el sindicalismo egipcio tras la caída del régimen mubarakista: "Workers, trade unions and Egypt´s political future". Ahora, Loles Oliván lo traduce en Rebelión: "Trabajadores, sindicatos y el futuro político de Egipto". Recojo el último de los extractos dedicado a la posición de los sindacatos ante los cambios acontecidos en Egipto en los últimos dos años.

"El futuro del sindicalismo y de los derechos de los trabajadores en Egipto, al igual que el de muchos otros temas políticos y económicos, sigue siendo controvertido. Los trabajadores industriales se opusieron a la Constitución sólidamente aunque no de manera unánime. En el referéndum, el voto 'no' ganó en El Cairo, donde se ubican muchos distritos con fábricas, y en el distrito de Gharbiyya, sede de [la Compañía] Hilos y Textiles Misr.

Los trabajadores no han sido actores principales de la arena política nacional en la era post-Mubarak. Desconfían de la intelectualidad cairota y de sus partidos políticos, y no cuentan con una organización nacional autónoma eficaz. No obstante, las protestas laborales se intensificarán probablemente a medida que Mursi aplique el acuerdo con el FMI. Unos días después del referéndum constitucional se anunció el aumento de precios de una larga lista de bienes de consumo y de producción.

Decenas de miles de “teleadictos” que antes no estaban politizados, junto a muchos veteranos de la acampada de la plaza Tahrir participaron en las manifestaciones militantes convocadas por el Frente de Salvación Nacional en contra el decreto presidencial del presidente Mursi de 22 de noviembre, y contra el proyecto de Constitución. Puede que se sigan movilizando o no en contra de los partidos islamistas en las próximas elecciones parlamentarias. Muchos de los partidarios del Frente esperan que concurra a esas elecciones como un bloque de oposición unificado aunque aún no se ha anunciado ninguna decisión de unidad.

Las celebridades del frente —el ex ministro de Relaciones Exteriores, Amr Musa, los dirigentes liberales del Partido de la Constitución y del Partido Wafd, Muhammad El-Baradei y al-Sayyid al-Badawi, el presidente del Partido Social Demócrata, Muhammad Abu al-Ghar, y Hamdin Sabbahi, presidente del partido Corriente Popular Naserista— tienen poco en común más allá de su oposición a los Hermanos Musulmanes y a los salafistas. Ninguno de ellos ha puesto mucha energía en crear bases de apoyo entre los trabajadores [...].

Por el contrario, el naserista Hamdin Sabbahi consiguió un sorprendente tercer puesto en la primera ronda de las elecciones presidenciales, con 4,8 millones de votos (20,7%). Su colega, el presidente de la FESI, Abu Eita, fue uno de los pocos sindicalistas elegidos para el primer Parlamento post-Mubarak. El triunfo electoral de Sabbahi le llevó a remodelar buena parte del Partido Karama en lo que se esperaba diera lugar a una formación más amplia, la Corriente Popular [naserista]. El naserismo es popular entre los trabajadores del sector público debido a la memoria de Gamal Abdel Naser y a pesar de que sus herederos han alcanzado de vez en cuando acuerdos con los opositores más acérrimos de Naser [...].

Sabbahi y la mayor parte de los defensores de la izquierda egipcia abogan por re-nacionalizar las empresas públicas que fueron privatizadas bajo Mubarak. Una de esas empresas, la Compañía de Accesorios de Vapor, ha regresado al Estado, que no la quiere (los Hermanos Musulmanes son partidarios del libre mercado). El gobierno ha recurrido las resoluciones judiciales que dictan la re-nacionalización de otras cuantas. Sabbahi propone ampliar el sector público para crear puestos de trabajo.
La re-nacionalización tiene el eco de la nostalgia por la relativa seguridad económica y social de la época de Naser, un sentimiento que floreció en 2012. Pero el “socialismo árabe” de Naser, a pesar de sus innegables logros, resultó insostenible. En 1964 el crecimiento del PIB de Egipto cayó estrepitosamente produciéndose una deuda externa y una crisis de divisas. Economistas como Samir Radwan, quien fuera por breve tiempo ministro de Finanzas en 2011, estableció estos hechos hace casi 40 años. Egipto recurrió por primera vez al FMI para obtener asistencia en 1966. Naser rechazó finalmente el “programa de fondo de estabilización” que proponía el FMI porque consideró su exigencia de recortes en los subsidios a los productos básicos demasiado desestabilizadores políticamente. La crisis del socialismo árabe antes de la guerra árabe-israelí de 1967 (no como resultado de ella, como suelen afirmar los naseristas) sugiere que un regreso a aquellas políticas no es el remedio para los males económicos de Egipto.

Antes de finales de 2012 se puso a prueba la estabilidad del Frente de Salvación Nacional como formación política. Al revelar la compatibilidad esencial de las políticas del régimen de Mubarak y las de los Hermanos Musulmanes, excepto en lo relativo al papel del Islam en la sociedad, Amr Musa emitió un programa de cinco puntos para una tregua política de un año entre la oposición y el presidente Mursi. Propuso la formación de un gabinete de emergencia integrado por representantes de todas las corrientes políticas y dirigido por Mursi (que podría estar diseñado para evitar el nombramiento que se rumorea de Jayrat al-Shatir, hombre fuerte de los Hermanos Musulmanes, como primer ministro), solicitar una moratoria en las huelgas laborales; respetar el derecho a manifestarse pacíficamente; formar un comité de expertos constitucionales para revisar los artículos controvertidos de la Constitución recientemente aprobada, y permitir que el gobierno de emergencia examine las conclusiones de la comisión.

La APS denunció la oferta de Musa de suspender las huelgas por “arrogante”, pues “ignora el hecho de que las causas de las protestas y las huelgas de los trabajadores son las humillantes condiciones laborales, los salarios bajos y el aumento diario de los precios... y se somete a la política de las autoridades gobernantes que favorecen a los ricos”. Adoptar tal propuesta supondría tomar “el camino más corto para desmontar el Frente”, declaraba un comunicado de la APS emitido el 2 de enero [...]".

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