Wikileaks III: Israel versus Irán

Cuando uno lee los documentos del Departamento de Estado norteamericano desvelados por Wikileaks constata que políticos, diplomáticos y militares norteamericanos acuden constantemente a Israel para formarse una idea de lo que ocurre en Oriente Próximo, aceptando sus enfoques a pies juntillas como si fueran realidades contrastadas. Sólo así puede entenderse que el tema estrella de las conversaciones sea siempre el mismo: el avance del programa nuclear iraní. La cuestión palestina queda relegada a un segundo plano y los interlocutores apenas expresan quejas sobre la forma en la que Israel administra los Territorios Ocupados y los coloniza a su antojo para impedir el surgimiento de un Estado palestino viable.

Por ejemplo, en un encuentro desarrollado el 17 de agosto de 2007, Meir Dagan (jefe del Mossad) demanda a William J. Burns (subsecretario de Estado para Asuntos Políticos) que EEUU intensifique su ayuda económica para desestabilizar Irán y favorecer un cambio de régimen. Como no podía ser de otra manera, el alto responsable israelí agradece previamente a la Administración de Bush Jr. la concesión de una ayuda adicional de ¡30.000 millones de dólares! en armamento para el periodo 2008-2018 (ahora Barack Obama anuncia la congelación del sueldo de los funcionarios norteamericanos por dos años, lo que supondrá el ahorro de tan sólo 1.500 millones).  
 
El jefe del Mossad insta a su interlocutor a que imite la desastrosa estrategia seguida en Irak: fomentar las diferencias sectarias y étnicas como medio para acabar con el régimen. Según el documento, “Dagan pidió una mayor atención a la estrategia del cambio de régimen afirmando que podría hacerse mucho más para desarrollar las identidades de las minorías étnicas en Irán. Dijo que estaba seguro de que Israel y EEUU podrían ‘cambiar el régimen en el poder en Irán y modificar su actitud hacia los gobiernos que respaldan el terrorismo´’. Al mismo tiempo, Dagan apostó por una estrategia de cinco pilares: 1) aproximación política (aprobación de sanciones por el Consejo de Seguridad, aunque por sí solas no contribuirían a resolver la crisis); 2) medidas secretas a abordar conjuntamente (suponemos aquí que se hablaba de actos de sabotaje: entre ellos el secuestro y asesinato de científicos y militares iraníes como el ocurrido esta misma semana); 3) contraproliferación; 4) sanciones; 5) cambio de régimen: apoyando a los movimientos estudiantiles y los grupos étnicos azeríes, kurdos y baluchistaníes opositores.

Poco después de las elecciones israelíes, a mediados de febrero de 2009, Benjamin Netanyahu se encontró con un alto responsable norteamericano. Según el resumen de dicho encuentro, “Netanyahu describió un Irán nuclear como la mayor amenaza que afronta Israel e instó a la imposición de fuertes sanciones económicas, que fueran respaldadas por una opción militar viable, para plantar cara a un problema que amenazaba la región y podría ser un ‘punto de inflexión’ en la historia del mundo”. A su vez, intentó convencer a su interlocutor de que Hezbollah y Hamas se habían convertido en dos bases iraníes en el Mediterráneo. Para Netanyahu, “los tentáculos de Irán estaban asfixiando a Israel y que cuando se cortaba uno nacía otro nuevo que le reemplazaba”. Por lo tanto, la máxima prioridad política de Israel sería “prevenir que Irán desarrolle su capacidad nuclear”.
Para Netanyahu, el régimen iraní era “retrógrado, fanático y mesiánico” (adjetivos que, por cierto, también encajan como anillo al dedo para hablar del actual gobierno israelí) y su consecución de tecnología nuclear representaría “una amenaza directa para Israel, una amenaza directa a otros estados árabes de la región, da mayor poder a los terroristas bajo un paraguas nuclear iraní, una carrera de armas nucleares en Oriente Próximo y una desestabilización de la región en su conjunto”.

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