Wikileaks VIII: El gran juego iraquí

Sigo analizando los despachos publicados por Wikileaks, que aportan luz sobre cómo EEUU ve la situación de Oriente Próximo y cuáles son sus principales prioridades. ¡De los 250.000 cables del Departamento de Estado que Wikileaks asegura disponer, tan sólo se han hecho públicos hasta el momento un 1%, por lo que nos queda mucho trabajo por delante! 

Dos cables confidenciales, fechados el 24 de septiembre de 2009, bajo el título genérico “El gran juego de Mesopotamia” analizan de manera pormenorizada las relaciones entre Irak y sus vecinos tras los atentados del 19 de agosto contra el Ministerio de Asuntos Exteriores iraquí situado en el corazón de la zona verde de Bagdad. Los informes sugieren que los ataques pretendían dificultar el proceso de normalización entre Iraq y sus vecinos y, además, advierten de que podrían haber sido planificados en Siria por líderes baazistas iraquíes coordinados con al-Qaeda. De hecho, el primer ministro Maliki condenó poco después las “interferencias” extranjeras que pretendían desestabilizar el país en los meses previos a las elecciones legislativas.
 
El primer cable se dedica en exclusiva a las relaciones entre Siria e Iraq y apunta a una posible implicación de elementos baazistas iraquíes instalados en Siria en la planificación del atentado e, incluso, habla de la supuesta complicidad del régimen sirio, que estaría interesado en desestabilizar el país. De hecho, el informe llama la atención sobre el llamamiento a consultas tanto del embajador iraquí en Damasco como del sirio en Bagdad. En uno de sus pasajes señala: “Para Maliki, el problema es ahora considerado una amenaza existencial al Estado iraquí y su gobierno no puede tratarlo durante más tiempo como un asunto diplomático rutinario, dado el temor a que dichos ataques sean tan sólo un primer paso”. De hecho, Maliki es favorable, según el telegrama, a que EEUU adopte una posición más dura hacia Siria para que corrija su comportamiento y considera a Damasco como un vecino hostil interesado en “fomentar la violencia y promover la inestabilidad en la región”. Incluso es partidario de llevar el asunto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El segundo cable analiza las relaciones de Iraq con Arabia Saudí, Kuwait, Irán y Turquía. El informe arranca señalando que “las relaciones de Iraq con sus vecinos representan un elemento crítico en sus esfuerzos para mantener la seguridad y la estabilidad, así como para normalizar su posición en el Golfo y en el conjunto de la región”. El despacho señala que “Iraq considera las relaciones con Arabia Saudí como las más complejas, dada la fortaleza económica de Riad, sus profundamente arraigadas posiciones antichiíes y la sospecha de que un Iraq dirigido por un chií implicará necesariamente mayor influencia iraní en la región. Nuestros contactos iraquíes estiman que el objetivo saudí (y, hasta cierto punto, de la mayoría de Estados árabes suníes) es aumentar la influencia suní, diluir el dominio chií y promover la formación de un gobierno iraquí débil y fracturado. Igualmente, los esfuerzos iraníes están encaminados a crear un gobierno sectario débil dominado por los chiíes, privado de voz por sus vecinos árabes, alejado del aparato de seguridad  de EEUU y estratégicamente dependiente de Irán. Ninguno de estos objetivos sirve a los intereses de EEUU”.

Los responsables políticos iraquíes, se supone que chiíes, consideran que “las relaciones con Arabia Saudí son las más problemáticas, a pesar de que suelen ser cautos ante los funcionarios americanos, dada nuestra estrecha relación con los saudíes. Las fuentes iraquíes consideran que, a menudo, se permite circular sin trabas y sin sanciones las periódicas embestidas antichiíes de las figuras religiosas saudíes. Esa realidad refuerza la creencia de que la religión estatal de Arabia Saudí –el Islam suní wahhabi– aprueba la incitación religiosa contra los chiíes… Tradicionalmente, los saudíes han contemplado a Iraq como un baluarte suní contra la propagación del chiísmo y la influencia política iraní”.  Además acusa a Arabia Saudí de emplear su dinero y su poder mediático para respaldar a los grupos tribales suníes en Iraq y tratar de frenar a los partidos políticos chiíes, entre ellos el Consejo Supremo Islámico de Iraq (CSII) y la Alianza Nacional Iraquí (ANI).
Por lo que respecta a Turquía, el informe advierte de la mejoría de las relaciones bilaterales y del establecimiento de un Consejo Estratégico turco-iraquí. Además constata la intensificación de los vínculos comerciales que ya superan los 7.000 millones de dólares anuales y que se espera aumenten significativamente en la próxima década. Incluso Ankara ha mejorado notablemente sus relaciones diplomáticas y comerciales con el Kurdistán iraquí, lo que supone un cambio notable respecto a las dinámicas precedentes. El principal problema entre Turquía e Iraq, además del independentismo kurdo, podría ser la distribución del agua del Éufrates. De hecho, el viceministro de Asuntos Exteriores iraquí Labid Abbawi manifestó a sus interlocutores norteamericanos que Turquía tan sólo está permitiendo la llegada de un tercio del agua necesaria para cubrir las necesidades iraquíes.

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